Matar al padre para alimentar la escena

FELIPE MOTOA FRANCO

Manizales| LA PATRIA

A partir de la clásica historia de Edipo, quien mata a su padre, Complot Teatro de Uruguay construye Tebas Land, una obra con dos actores y múltiples pantallas de video. La escenografía es una cancha de baloncesto, dentro de una cárcel, a la que llega un director de teatro para hablar con un tipo que ha matado a su progenitor con 21 chuzadas de tenedor.

La intención del director-personaje es construir una pieza con base en el relato y sentimientos del parricida, pero su idea adquiere una variación cuando le informan, sobre la marcha, que el presidiario no podrá integrar la obra. El director busca a un actor para que represente al asesino y, con notable calidad dramática, quien interpreta a ese actor-personaje es el mismo actor que interpreta al asesino original. Lo que en literatura se llama metaficción o ficción sobre la ficción.

La narración hace transiciones entre el director en interacción con el parricida original y otras veces con el parricida-actor, y el público asiste a una especie de making of de la obra, del cómo se va creando la puesta en escena. En ese camino se entera del porqué y para qué se usan seis cámaras y pantallas que registran y juegan con los actores, el escenario, el público y hasta la entrada al auditorio de la Universidad Nacional: la intención fue generar la sensación de ser vigilado, tal como si se estuviera en un centro penitenciario.

Nutrida de símbolos y referencias del arte y el mundo del entretenimiento (unos ojos recibiendo gotas para la irritación, como en la Naranja Mecánica de Stanley Kubrick, o el futbolista Zinedine Zidane cuando le da un cabezazo a su contrincante en el Mundial del 2006) llega a nuevos y conocedores.

La apuesta es compleja y estimulante, inteligente y a la vez comprensible para todos. No en vano se usó como inspiración el mito de Edipo, el que los griegos plantearon con claridad para evidenciar el choque padre-hijo, en su lucha por el amor de la madre.