Volver a las raíces en busca de respuestas hacia el futuro es la esencia de Hamlet, versión libre de la obra de William Shakespeare, que representó la compañía Teatro Los Andes, de Bolivia, el pasado sábado y domingo en el auditorio de la Universidad Nacional.
La muerte del padre atormenta al personaje, lo lleva al borde de la locura mientras busca en su interior respuestas, que suelen ser contradictorias. Es la eterna pregunta del ser o no ser, de quién soy, de quién fui, de dónde vengo y para dónde voy, cuál es mí razón de ser. Son las respuestas que se esperan responder tras cada pérdida, las que se buscan después de los conflictos entre los pueblos.
La dramaturgia hecha mano a las tradiciones culturales indígenas y crea un diálogo con las occidentales, las adapta al argumento de la obra de tal manera que se expone a un hombre atemporal; Hamlet puede venir desde cualquier parte e ir hacia cualquier lugar, pero siempre con los mismas angustias, con las mismas inseguridades y con los mismos interrogantes internos.
Fue un trabajo de actores. Ellos se pasean entre la tragedia y la comedia. Lucas Achirico, Gonzalo Callejas y Alice Guimaraes estuvieron por encima de la sencilla escenografía con base en velos y juego luminotécnico. Escasos elementos de utilería: una puerta-mesa, un balde y agua sirvieron para la creación de metáforas escénicas, una estética para aplaudir.
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