Jorge Abel Carmona Morales*
En las sombras esperaron durante largos cuatro años la llegada de unos hombres apabullados por la guerra, con la incertidumbre de que cada llegada pudiera ser el aviso de la muerte. En esa conflagración infestada por los gases, millones de franceses fueron a pelear por su dignidad en territorio alemán, mientras sus esposas, madres y hermanas aguardaban su arribo a campos necesitados de mantenimiento para la siega y la cosecha.
La película del director francés Xavier Beauvois de 51 años, Las guardianas, es eso, una declaración de entendimiento solidario a tantas mujeres solitarias por los azares de la vida, cuyas consecuencias trajeron el abandono de lo femenino, hembras aterradas por lo venidero, hectáreas de tierra desperdiciadas para la siembra por falta de brazos que las trabajasen, en tanto personas inocentes mataban a otros hombres por decisiones políticas.
Esta obra fílmica además trata sobre los peligros que contrae la salida de la casa para adentrarse en lugares desconocidos. Lo propio es el conjunto de lugares y personas, experiencias, destinos y ansiedades a la intemperie fruto de querer explorar espacios insospechados para personas que lo tienen todo. Pero esto es así no por la querencia propia si no la de estados que separaron a muchachos que pisaron países extraños sin saber exactamente por qué peleaban. La guardiana de la casa y sobre la que recae buena parte de la responsabilidad de aquel abandono es una mujer que espera la llegada de sus dos hijos, arrebatados por su país. Ella se siente culpable por algo que no puede controlar, sin embargo, siente que no ha podido hacer lo suficiente para evitar la partida de sus herederos. Y ese dolor y la pérdida es un flujo de energías que se dirigen a otra protección, la de su hija, una joven asustada y carente de afecto que decide ser infiel a su marido, atrapado éste en un frente de batalla extranjero. La otra mujer, termina de apuntalar el peso de la obra, es una muchacha que trabaja bien y a la que se le confía los trabajos de la casa y del campo.
Este trío de mujeres protege lo que es suyo por cuanto no tienen, en medio de una incruenta guerra, a nadie más. Los hombres son sus hijos, o sus esposos o sus amantes, pero resultan como sombras permanentes que vienen y van a la saga de la muerte. Ellas protegen el hogar, cuidan la tierra, son el soporte del ahora y del adentro. De afuera vienen hombres que anuncian la tragedia de algo que se ha muerto o que en algún momento habrá de morir. El director es enfático en la defensa de la familia, la joven que viene a trabajar es una intrusa, y los hechos no han de desmentir las palabras de familiares porque éstos son los afectos mismos. La joven embarazada es despojada de todo, de la confianza que le dieron la señora de la casa y sus hijos. Ninguna solidaridad de género puede reemplazar lo que la naturaleza ha tomado tantos años y tantas lágrimas unir en un terruño donde los sentimientos gobiernan todo, a falta de presencia estatal, excepto por el reclutamiento de hombres inocentes.
Claramente la historia se va por los lados de la intrusa. Ella aparece como una víctima, pero también como una conciencia de la familia que despierta los sentimientos de protección de lo cercano. La madre se pone del lado de su hijo, quien siembra en ella la duda de algo que aparentemente sucedió, una infidelidad. Ambas son rivales, pero siempre prevalece el amor filial pese a que el trabajo de aquella no tiene reparos. Esa calidez inicial que surge entre los protagonistas de la película se va tornando tirante con el correr de los minutos. El ritmo de la obra permite construir unos acontecimientos creíbles, sin cambios bruscos, con personajes bien mostrados psicológicamente. Allí hay una elaboración fluida de la trama, que muestra el problema de la soledad de unas mujeres que quedan abandonadas por circunstancias externas. Claramente, la crítica recae en aquellos que toman decisiones desde los escritorios.
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Nathalie Baye en una escena de la película del director francés Xavier Beauvois Las guardianas.
La película es un conjunto de buenas actuaciones, encabezadas éstas por la actriz francesa de 69 años, Nathalie Baye, la joven francesa de 23 años Iris Bry, el actor Olivier Rabourdin, que muestran el talento de esa nación europea en términos histriónicos. Ninguna de ellas, desentona el ritmo de la película, todas y cada una de ellas cumple acertadamente con sus roles, sobre todo porque no hay personalismos desenfocados que pudieran dar al traste con la trama. Esta es superior a cada uno de los elementos.
También hay un énfasis en la exhibición del paisaje, el campo se convierte en el preciso ambiente de soledad en que han quedado las mujeres por el abandono forzado de los hombres, su presencia es el desperdicio de oportunidades de inseminación, no solo por la falta de brazos para trabajar la tierra, sino por el vacío emocional que se refleja en los rostros de las mujeres.
Las guardianas es una película que indaga en la naturaleza del hombre por sus comportamientos por la carencia de compañía. En esos momentos de insatisfacción salen a relucir los sentimientos más loables y a veces los sentimientos más incruentos. Por sobre todas las cosas, la guerra es tan sólo un accidente que habrá de desaparecer algún día. La familia quedará y con ella los afectos que hacen del ser humano un personaje por antonomasia, de la tribu.
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Iris Bry en una escena de la película del director francés Xavier Beauvois Las guardianas.
*Antropólogo. Magister en Filosofía. Universidad de Caldas.
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