Jorge Abel Carmona Morales*
Peter Farrelly y su hermano Bob Farrelly se habían destacado por dirigir comedias que se ganaron la admiración del gran público y a veces el de la crítica especializada. Difícilmente se podría uno imaginar a alguno de los dos trabajando en solitario, pero, el primero de ellos ha decidido hacerlo, en esta ocasión con una película de tono ligero pero con un contenido profundo que afecta susceptibilidades acendradas en una sociedad para la cual el racismo sigue siendo un tema tan hiriente.
Green Book aludía a aquellos lugares seguros para la población afroamericana que decidía adentrarse en el sureste estadounidense, en las décadas tenebrosas implantadas por los “blancos” con el fin de mantener esa costumbre de escindir al ser humano que habitaba la misma tierra. Esa información a manera de guía turística se encontraba consignada en un libro pequeño que se debía seguir al pie de la letra si se querían evitar tragedias, como las que en efecto sucedieron en aquellos momentos en los Estados Unidos.
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Maershala Alí, como el pianista Don Shirley, en una escena de la película del director Peter Farrelly Green Book.
Y esas dolorosas experiencias ahora quedan consignadas en esta película protagonizada por dos estupendos actores: Viggo Mortensen y Maershala Alí. La historia, basada en hechos reales, vividos por el rústico afroitaliano Tony Lip y el pianista de talla internacional Don Shirley, tiene una combinación equilibrada de ternura y reciedumbre, dosificada por un director que supo proporcionar esa dulcificada mirada que solo un comediante puede tener de las cosas comunes.
No obstante, la dureza de algunas escenas, cuya tensión psicológica compromete la ansiedad del espectador, se pueden extraer de los personajes grandes dosis de afecto que tienen el poder de conmover. Ese contraste que logran establecer los personajes parece poco creíble, pero la magia de la obra reside precisamente en ello, en que el personaje silvestre y el personaje fino elaboran la credibilidad de sus roles, con el despliegue de las situaciones.
De ambos individuos, el director entrega huellas de su personalidad que desnudan adecuadamente indicios de su universo psicológico que son funcionales a la obra total. Por ejemplo, Lip, al inicio de la película, muestra sus dotes de hombre recio pero certero con sus actos a la hora de resolver conflictos en ambientes hoscos o también, en una de las primeras escenas, cuando este guardaespaldas de la mafia tira dos vasos al bote de la basura que contienen las marcas de hombres afrodescendientes que no son bien recibidas por muchos emigrantes que también tuvieron que abrirse paso en ese difícil contexto norteamericano con el fin de ganarse la vida.
Por su parte, Don tiene la propensión de corregir los comportamientos naturales de su nuevo chofer como el de tirar vasos de plástico a la carretera o el de robar pequeños objetos en algunos sitios del país. Pero estas caracterizaciones adquieren su dimensión relevante con los intercambios de favores que al principio llevan ese tono de obligatoriedad para convertirse con el paso de los acontecimientos en una suma de relaciones afectuosas que se basan en el respeto mutuo. Con el recorrer de las vivencias, los prejuicios se diluyen como la arena en el viento por el surgimiento de sentimientos de conmiseración y respeto entre ambos personajes. La abstracción de las palabras de otros que a fuerza de repetirse se naturalizan puede convertirse en hechos concretos que van generando percepciones diferentes en donde la realidad adquiere otro color.
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Peter Farrelly productor, director y guionista estadounidense.
La película es un verdadero documento de conocimiento de actitudes que para el mundo se ven como un prejuicio abstracto generado por la repetición mediática. La información que brinda de detalles en situación constituyen una reconstrucción del pasado que ha dejado nuestra cultura contemporánea. Que hayan existido guías turísticas para los afroamericanos sobre las cuales los consensos fueron unánimes o que ciertos almacenes no vendieran trajes elegantes a esa misma población, comprenden todo un descubrimiento para miles de espectadores en el mundo. El hecho mismo de que existiese un pianista clásico afroamericano que decidió hacer música popular en Estado Unidos a mediados de siglo es toda una novedad para muchos de nosotros.
Seguramente a esta obra fílmica le lloverán los premios y este fenómeno es comprensible debido a situaciones facilistas que a pesar de ello o precisamente por ello conmueven: dos hombres de personalidades opuestas que se repelen sacan de su ser sentimientos que logran vínculos entre ambos, situaciones tensionantes que logran resolverse alrededor del más débil, acontecimientos humorísticos que despiertan la sonrisa inmediata, etc, son pequeños tics que irremediablemente terminan conquistando al público. Pero quizá esa propensión ligera sea el secreto del éxito de este filme.
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Viggo Mortensen en el papel de Tony Lip en la película del director estadounidense Peter Farrelly Green Book.
Con esta película Viggo Mortensen sigue mostrando su versatilidad para interpretar personajes difíciles, su trabajo es una reinvención permanente que es difícil encasillar. Sus papeles tienen la fuerza para expresar sentimientos contenidos en un rostro amable pero cargado de muchos enigmas. Él es probablemente uno de los actores más importantes de los últimos 20 años en el medio. El oscarizado Maershala Alí deslumbra con esa elegancia que despliega en esta obra; su refinamiento y la recia defensa de sus convicciones alientan la creencia en la justicia; su papel es un voto de confianza hacia la población afroamericana que aún lucha por defender derechos pisoteados por muchas generaciones que siguen ensalzando la “supremacía blanca”.
Green Book es una obra que promueve el respeto en toda su dimensión. El amor es un sentimiento que vale la pena cultivar. Las ideas vagas pueden infirmarse con las experiencias directas. Mirarse a los ojos puede ser el secreto para terminar con los prejuicios.
*Antropólogo. Magister en Filosofía. Universidad de Caldas.
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