Jorge Abel Carmona Morales*
Un nombre tan sugestivo para la historia del cine acarrea responsabilidades que ni siquiera los productores de esta película se imaginan. Pero por los contenidos de ella, uno se da cuenta de que el título es irónico. O más bien, es un nombre conscientemente puesto para llamar la atención sobre los mensajes emitidos por la película de 1915, y dirigida por el maestro D.W.Griffith.
“El nacimiento de una Nación”, en esta oportunidad viene dirigido por el actor, productor y autor, Nate Parker, quien reivindica el nombre del predicador y esclavo de Virginia, Nat Turner, en 1931 cuando lideró una rebelión de afro descendientes en contra de los esclavistas del Sureste de los Estados Unidos, país que llevó hasta sus límites la expoliación humana.
Aquélla obra había causado un escándalo a nivel nacional, cuando los mismos espectadores, recién abandonaron los teatros, arremetieron con personas de esta población, en varias de las ciudades icónicas de la nación gringa. Esas alusiones amistosas a los miembros del Klu Klux Klan como defensores de los derechos esclavistas de hombres honrados que cultivaron la tierra de ese país, afianzan los recelos contra los esclavos en ese territorio. Con todo y ello, la obra de Griffith es un monumento a la técnica cinematográfica.
La historia, en esa obra, resume todos los adelantos narrativos expuestos hasta ese momento por los autores que mostraban a un joven arte que nadie tomaba en serio, excepto como un mero divertimento. Primeros planos, narraciones en paralelo, movimientos de cámara, angulaciones creativas, todos esos recursos técnicos permiten el renacimiento del arte fílmico.
Papel denunciante
Por su papel denunciante la película tiene todos los visos de una obra valiosa pero con fuertes inclinaciones. El mensaje central de la obra puede resumirse en la importancia que tuvo la población negra en la construcción de un país que, sometiendo a poblaciones minoritarias, llegó a convertirse en la nación más poderosa del mundo.
Toda la sangre derramada por hombres y mujeres que a la luz de la historia aún yacen anónimos por las injusticias que comete, al menos tiene algo de expiación a través del esfuerzo por hacer visible la ignominia cometida por los blancos. Y no es para menos, pues el cine ha venido resaltando hechos velados que se han mostrado en obras que cada vez tienen mejor hechura. Películas como “Selma” y sobre todo la buena pieza del director inglés Steve McQueen, “12 años de esclavitud”, han visibilizado a personas que se atrevieron a desafiar los poderes de la época en ese país del norteamericano.
Las vejaciones a los afro descendientes
La obra se engolosina con las vejaciones sufridas por los afro descendientes en las primeras décadas del siglo XIX. Las escenas, a veces parecen destinadas a producir conmiseración, en lugar de enfocar la trama en el levantamiento mismo contra los esclavistas. Faltan detalles de los momentos de preparación de esa rebelión que dejó como resultado miles de ejecuciones de personas cansadas de la opresión. Por ejemplo, hubiera sido más interesante mostrar la historia como un transcurso de predicaciones sobre las tierras sureñas, en donde se iban viendo los abusos, y en las cuales los esclavos eran tratados como objetos inferiores a las rocas. Es evidente que escenas como la fractura de los dientes de un esclavo para suministrarle comida a la fuerza por medio de un embudo, logra su efecto conmovedor en el público.
El predicador Nat Turner, es obvio, va lavando sus culpas con la rebelión, luego de que fue cómplice de los maltratos contra sus hermanos martirizados por los caminos de herradura de esa tierra calcinada por el sol. La lectura y la formación de un hombre que logró alcanzar otros niveles de conciencia política son suficientes para darse cuenta de que la humanidad no es algo privado sino un conjunto de elementos comunes de esa condición humana que nos hace iguales en deberes y derechos ante la sociedad. Ese proceso que va de la deshumanización del mundo a la rehumanización de la vida, parece producirse por los factores de ilustración que en el filme son producidos por el conocimiento y la palabra de Dios.
Solo indignación y dolor
En “El nacimiento de una nación”, cuenta de cobro a los padres fundadores del cine, no se encuentran grandes virtudes narrativas ni técnicas. Las escenas, incluso, se opacan por el excesivo tinte melodramático que expiden sus personajes. Ninguna de las actuaciones se destaca. La obra está encaminada a despertar en el espectador la indignación y el dolor que tantas injusticias dejaron enganchados en el seno de la historia. El personaje central, al parecer es una figura importante para miles de hombres que hoy defienden y antes defendieron los derechos de las negritudes. Si hoy, los Estados Unidos, son lo que son, es también debido al trabajo de héroes anónimos que yacen enterrados en la tierra que labraron, sin los más mínimos de reconocimiento histórico.
Ahora que el poder del Estado viene saneando deudas, con el apoyo y la defensa de derechos de poblaciones debilitadas por el olvido, se siguen presentando obras cinematográficas, que dicho sea de paso, son las fuentes de divulgación masiva más poderosa de la estética actual. El mismo Griffith sintió algo de culpabilidad con su película y por ello quiso lavar su nombre con otra obra maestra llamada “Intolerancia”, exhibida un año después. Con eso se sumó a las disculpas públicas emitidas por el presidente Wilson, porque ese director icónico quiso enredarlo en una trama contra el pueblo afro de los Estados Unidos.
*Antropólogo. Magister en Filosofía U. de Caldas.
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