Jorge Abel Carmona Morales*
En el cine de ciencia ficción a veces nos encontramos con joyitas que enriquecen el género y aportan profundas reflexiones sobre la condición humana. Yo soy madre del director australiano Grant Sputore, conocido por sus trabajos publicitarios en su país natal, es una de esas obras. Los productores de la película son los mismos que se encargaron de El pingüino emperador, aquel documental que les rindió tan buenos resultados.
La historia es la de una niña que es criada por su madre androide hasta que un día aparece una mujer de mediana edad en la puerta de la estación donde aquella vive con su madre. La jovencita decide ayudarla a curar sus heridas, pero la robot se opone a cualquier contacto con el mundo exterior que apenas se está recuperando de una debacle nuclear. Las dudas entre los tres personajes gobiernan ahora sus vidas. El futuro de la humanidad depende de ello.
Hay un problema ético central que permea a toda la obra. ¿Se debe sacrificar la vida de una mayoría de personas en beneficio de unas cuantas? ¿No vale la pena hacer ese sacrificio si sabemos que esa mayoría está compuesta por una gran cantidad de individuos indeseables que pueden poner en riesgo el futuro de la especie? ¿No es preferible salvar a una minoría de personas sabiendo que los resultados a corto plazo son positivos a optar por salvar a una mayoría de individuos que pueden traer consecuencias favorables a largo plazo? Tal vez, la dictadura de la mayoría no configura la verdadera democracia. Quizá el criterio especializado, consciente y bien discernido, puede acarrear mejores consecuencias para asegurar el bienestar de la humanidad.
Foto/Tomada de https://bit.ly/2YHhhFy // Papel Salmón
La madre robot es interpretada por la actriz australiana Mary Rose Byrne en la película del director australiano Grant Sputore Yo soy madre.
La obra logra despertar en el espectador una serie de vínculos emocionales por cada uno de los personajes. La madre robot (interpretada por la actriz australiana Mary Rose Byrne) parece, en perspectiva, estar haciendo lo correcto, sus decisiones son el fruto de un buen criterio, concebido con cabeza fría, propia de una máquina que no aparenta tener implicaciones emocionales con nadie. Sin embargo, en el proyecto que está llevando a cabo se encuentran grandes dosis de amor por una especie que no es la suya, que por el contrario le ha declarado la guerra. En todo el sentido de la palabra hablamos de una buena madre. La niña (interpretada por la actriz danesa de 21 años, Clara Rugaard-Larsen), por su parte, ha evolucionado con todas las características que constituyen a su especie. La conmiseración y el resentimiento se unen a la decepción; en esas tres emociones, el director apuntala el carácter de aquella niña, cuya expectativa de vida reside en las esperanzas que tiene la maquina sobre el futuro de la humanidad. El objetivo de ésta es crear un buen ser humano que sea representativo de una nueva generación de hombres y mujeres mejor dotada física y emocionalmente para asegurar el futuro de la humanidad. En una de las escenas, la madre androide le pregunta, en una de sus lecciones, si vale la pena sacrificar a un ser bueno para salvar a cuatro humanos éticamente incorrectos que maten, roben y posean comportamientos reprochables. Las respuestas de la niña son la evaluación del proyecto. Y la mujer que aparece como intrusa (interpretada por Hillary Swank) es, según se deduce de las pistas que algunas imágenes aportan, un experimento fallido, que por alguna circunstancia logra escapar de la estación. Su imagen, su personalidad, sus enormes dosis de desconfianza impulsan los instintos de supervivencia como un rasgo más del carácter propiamente humano. En esa trilogía se introduce un personaje no nacido que fungiría como hermano de la niña, su condición embrionaria es el inicio de un lanzamiento hacia la “nueva raza” de seres humanos que habrán de poblar el mundo, que está siendo reverdecido por la recuperación del paisaje para hacerlo habitable otra vez.
La desobediencia de la niña es la mordedura de la fruta prohibida que contamina el paraíso con el pecado original, en este recomienzo de la humanidad.
Foto/Tomada de https://bit.ly/33Eg5l8 //Papel Salmón
Hilary Swank interpreta a la mujer que hizo que Hija se cuestionara todo lo aprendido en la película del director australiano Grant Sputore Yo soy madre.
La obra fílmica contiene todos los elementos esenciales de la ciencia ficción. Una atmósfera sofocante por la escasez de recursos, en este caso de humanos. Unas condiciones físicas deterioradas por alguna debacle natural. Una tensión psicológica entre los personajes que llevan el hilo de la trama a lo largo de toda la película. Un conjunto de dilemas éticos que generan una cantidad de interrogantes acerca de la naturaleza del hombre. El género es un medio para exponer las actuaciones humanas ante condiciones extremas de vida, en las que los hombres deben tomar decisiones trascendentales en la defensa de la sobrevivencia. Esa ambientación apocalíptica debe ir acompañada de una buena ejecución de efectos especiales, algo que Yo soy madre desarrolla en sus justas proporciones. La fortaleza de esta obra cinematográfica de ciencia ficción reside en una trama fuerte por encima de la preeminencia tecnológica. No existen escenas que puedan desecharse, cada una de ellas es imprescindible en el desarrollo general de la obra. Los puntos de inflexión se van construyendo paulatinamente hasta exponerlos justamente. En la estación gobierna el orden, afuera hay un caos que desordena el plan maestro de la androide.
Yo soy madre es una película que no puede evitar que el espectador se solidarice con la robot. No puede uno blindarse contra los sentimientos que generan el sacrificio de alguien que da la vida por un proyecto filantrópico, mucho más si quien muere no pertenece a la especie que salva. Es ella quien se convierte en una vigía de la humanidad. Su proyecto es un acto de amor por una especie ajena. Las decisiones racionales pueden no ser muy populares, pero con toda seguridad, si tienen buenas intenciones, pueden convertirse en la mejor salida para sortear situaciones adversas.
*Antropólogo. Magister en Filosofía. Universidad de Caldas.
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