Luis Felipe Molina
EL PREGONERO | Manizales
“Cumplimos”. Así resumió el ganadero Miguel Gutiérrez su frenética jornada ayer cuando salió a hombros al igual que los toreros españoles Enrique Ponce y Julián López El Juli en una tarde pintada con arte en todas sus aristas y emociones que se sintieron en cada punto de una plaza que se llenó para el tercer encuentro en Manizales entre estos dos diestros. 100 años del natalicio de Ernesto Gutiérrez que se celebraron por lo más alto. Corrida goyesca que le puso el toque clásico.
La pasión de Julián
Mentiroso (466 kg): Solo bastó un empujón del toro, a modo de atropello, para que El Juli se vaciara a torear como a Manizales le gusta. Llevó al toro a su estilo, con recesos y gozando de la nobleza del toro. Se envalentonó y cortó una oreja.
Florista (532 kg): Con un toro más alto, El Juli mostró su enorme temple. Hizo embestir a un toro que en principio estaba lento y complejo. Se fajó con una faena precisa en tiempos. Lo embarcó y entregó el producto al público. Una oreja.
Cafuche (482 kg): Fue el mejor momento de su tarde. Enloqueció con sus lopecinas o zapopinas y luego, con la embestida más alegre de cualquier toro de la jornada, hizo arder el público con una faena clara, precisa, adecuada y magna. Quizás una de las páginas más brillantes de El Juli en Manizales en su historia reciente. Estocadón que se tradujo en dos orejas. Julián López hizo vibrar los cimientos de la plaza y con ello emergió la alegría.
El señor Ponce
Bengala (522 kg): Pocas cosas emocionan en una plaza como el toreo en redondo, y eso fue lo que supo hacer Enrique Ponce en Manizales en su primero. La afición gozó de la cadencia de una faena limpia y bien adaptada. Brilló con gusto este torero valenciano que marcó pulso desde el inicio. Una oreja.
Flamenco (444 kg): Con un toro al que le faltó alegría en un principio, Ponce supo poner ritmo. Al grito de ¡vamos toro! él puso la música a Flamenco. Lo abrazó con la muleta y le hizo su propio mundo inmediato. La faena, larga, fue un poema que sintieron todos los asistentes. Tuvo los recursos más que necesarios y una ovación inmensa. La estocada fue tardía, por lo que sonó un aviso para un descabello preciso al instante. Sin trofeos físicos, pero con la toda la afición de Manizales en el bolsillo.
Periodista (486 kg): Con este ejemplar Ponce escribió su mejor historia. Como una crónica, fue develando recursos menudamente hasta destaparse por completo. Templó, toreó por poncinas a pesar de su lesión en la rodilla. Fue una faena pura y con enorme suavidad que solo pueden crear los maestros. En un descuido el toro lo atropelló. Drama. Mató con alma y corazón, ganó las dos orejas y gritos, al final: “¡Ponce, Ponce, Ponce!” que fue su remedio al dolor.
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