Risaralditas veteranos, nobles en su pueblo

ALEJANDRA CASTAÑO ALZATE

LA PATRIA | MANIZALES

"Los primeros en poner las plantas sobre la selva sagrada en dominios de los legendarios Ansermas, donde quedaba la actual Risaralda (Caldas), fue don Sebastián de Belalcázar y su teniente don Ruy Vanegas en la mitad del siglo XVI", dice la leyenda que está en la página web de la Alcaldía del municipio.

Desde hace 100 años, en el pueblo también conocido como La Colina del Viento se inició la vida administrativa. Risaralditas veteranos evocan sus historias.

Bombero y vendedor

Rubén Darío Quiceno no ha dejado su tierra en los 91 años que tiene. "Mi papá trabajaba con pólvora y se nos estalló la casa. Con ayuda de amigos la paré en el mismo terreno, al frente de bomberos. En 1954 me vine con la máquina (para el Cuerpo de Bomberos Voluntarios) desde Bogotá, por lo que soy fundador de la institución. En ese tiempo valió dos millones 500 mil pesos. ¡Nos ha servido ese carro, es una belleza! Apagamos incendios en varios municipios de Caldas. Lo hice durante 47 años", cuenta.

Quiceno es el único de cuatro hermanos que residen en Risaralda, los demás están en la capital colombiana. Actualmente vende bananos a un costado del parque del municipio.

El arriero del pueblo

A Gustavo Zapata, de 75 años, le dicen el arriero del pueblo. "Llevo 52 años en esto y todavía lo aguanto. Cuando tenía 23 años, me provocó ponerme a trabajar con las bestias. Ahí voy. Hay días que madrugo y otros que no. Si hay qué hacer, me toca levantarme a las 4:00 de la mañana. Camino por las veredas donde me contratan. Siempre me visto con sombrero, poncho, cinturón, delantal, cotizas y peinilla. Este pueblo ha sido una belleza, ¿o será porque lo quiero?", se ríe.

Coleccionista de música

Vitelio de Jesús Quiceno tiene 85 años. "He sido muy andariego. Viví en Cali 18 años y regresé en 1977. Desde 1948 colecciono discos de baladas, boleros y otros géneros. Aún no sé cuántos tengo. El alma mía es la música, eso es lo que me tiene parado con esta edad. Quiero venderla para darme un gustico, no es que esté aburrido. Del pueblo no viene nadie a mi casa, a la juventud de ahora no le llama la atención escuchar lo que hay aquí. Solo me visitan artistas y coleccionistas de otros lugares. El cantante Carlos Arturo fue el último. En mi propiedad hacemos las reuniones desde hace 30 años", expresa.

Agrega una anécdota: "En la época que Rojas Pinilla subió a la presidencia (1953-1957) surgió el conjunto musical Rojas Pinilla. El mandatario ordenó a los dueños de negocios como bares que teníamos que comprar el disco y sonarlo dos veces al día. Cuando lo derrocaron, todo el mundo lo quebró. Yo no, ¡y por qué si el disco es mío!".

Luchadora

Sonia Quiceno de Álvarez, hermana de Vitelio, cumplió 82 años. "Fui concejal cuatro veces, como desde 1976.

Luché por el pueblo y por mi familia. El primer proyecto que presenté durante mi primer periodo fue para que no hubiera coperas en los negocios. Yo era la única mujer en el Concejo, entonces los hombres se quedaron pensativos. Gracias a Dios gané tras tres debates. Como fui de las primeras víctimas de la violencia en Risaralda, recopilé un álbum de recortes de noticias. Son recuerdos de la horrible tragedia que vivimos. En 1979, después de que mi esposo y yo salimos de la casa a visitar una hermana que había dado a luz, lo asesinaron a él y me hirieron", se detiene para contener las lágrimas. Pide disculpas, respira profundo y continúa: "Quedé solita con siete hijos, para levantarlos. No guardo rencor, incluso no les dije nada a mis niños. Nunca deseé que se vengaran".

Primer registrado

Fotos | Cortesía | LA PATRIA

Héctor Antonio Flórez Valencia, de 82 años, es la primera persona que aparece en el primer libro de registros de nacimiento de Risaralda. Él nació el 4 de mayo de 1934 a las 4:00 de la mañana en la vereda El Tablazo, día en el que también lo registraron. De los 12 hijos que tuvo, María Silvana Flórez García es la única que reside en La Colina del Viento. Los padres de Flórez Valencia son Rubén Antonio y María Silvana, de quien heredó el nombre su nieta. Por problemas de salud, Héctor, después de vivir siempre en su pueblo natal, se fue en enero de este año para Cali con el fin de estar cerca de familiares que pueden cuidarlo.