Jhon Jairo Martínez
LA PATRIA | MANIZALES
Hablar de nuestra historia como colombianos con el escritor tolimense William Ospina es como estar en un relato eterno contado con gran detalle por un abuelo. Con cada pregunta que responde, con cada afirmación o negación que plantea es fácil incorporar una imagen mental que ayude a entender su cuento, si así se le puede llamar.
Lo que somos
-¿Los colombianos nos avergonzamos de donde venimos?
Fue una tradición en Colombia mirar nuestro territorio y nuestra gente con inferioridad, como si no estuviéramos a la altura de las grandes civilizaciones. Esto es herencia de la sociedad colonial. Un estado colonizado crece con la idea de que hay sociedades mejores, más ilustres e importantes. En este libro trato de mostrar cómo la literatura colombiana hizo un esfuerzo grande por reconocerse. La dirigencia de los tiempos republicanos se basó en un sentimiento de indignidad, en una falta de orgullo y de interés por no reconocer el territorio. Es algo que ha ido cambiando y espero que cambie más.
-¿La iglesia es culpable de que no evolucionáramos como sociedad?
Todavía es poderoso el peso de la iglesia en la educación y en lo institucional. Por supuesto, la iglesia ha cambiado, no es la misma dogmática y sectaria de hace cien u ochenta años. Incluso, grandes cambios se dieron en los años sesenta cuando el Concilio Vaticano permitió despertar una sensibilidad social que antes no existía. Hoy siento que los jerarcas de la iglesia son distintos y, por supuesto, estamos en los tiempos del papa Francisco, que son muchos los vientos frescos que ha traído al horizonte de la iglesia y que ojalá influyan también en nuestra sociedad dogmática y cerrada. No se puede negar tampoco que son poco permeables a la modernidad. Aún en Colombia hay funcionarios, que sabemos quienes son, que obran como inquisidores medievales y que se atraviesan a muchas grandes reivindicaciones liberales de la sociedad moderna, incluso con temas que tienen que ver con Derechos Humanos.
-¿Colombia se niega a seguir siendo colonia europea?
Colombia no se ha negado, lo ha sido de una manera muy entregada y sumisa, deberíamos negarnos a seguir siendo colonia. Eso es muy distinto a renunciar a tener una relación con la gran tradición cultural europea. Me siento muy rebelde a todo colonialismo, y rechazo que Europa nos mire como gente a la que hay que dictarle su destino. Admiro la sociedad europea precisamente por autónoma y ser capaz de tomar iniciativas. Su pensamiento es asombroso, su literatura es admirable, sus artes extraordinarias, pero tienen la obligación de dejarnos florecer con nuestro pensamiento y nuestra originalidad.
-¿En algún momento nos podremos parecer más a nosotros mismos que nuestros colonizadores?
Parecernos a nosotros es una tarea compleja, porque somos en parte los que estábamos aquí y en parte los que nos conquistaron. Nosotros somos los invadidos y los invasores. Aquí no podemos decir “soy la víctima”, porque no, pero tampoco podemos decir “soy el verdugo”, porque somos hijos de esas víctimas. Eso de no poder predicar pureza alguna, de no ser lenguas puras, religiones puras, ni sociedad pura, es una condición de la modernidad, somos otras cosas, somos las mezclas.
-¿Es difícil reconocernos en ese mestizaje?
Claro, pero la dificultad no estaba en el mestizaje en sí mismo, sino en un discurso que negaba el mestizaje que pretendía que nosotros teníamos que ser blancos, católicos, europeos, sin sombra de lo que fuimos. Europa también combatía ese mestizaje. Para llega a ser España expulsaron a los moros, a los judíos que los constituían y han tardado mucho tiempo en reconocer que también es mora, judía y visigoda y que España también era mestiza cuando llegó aquí. Padecemos esa herencia de combatirnos a nosotros mismos, de negar una parte de lo que somos y ha sido difícil conquistar esa idea moderna de que cuantas más tradiciones constituyan más ricos somos y más posibilidades creativas tenemos.
-¿Hay alguna forma de rescatar lo propio?
Escojamos lo mejor de los invasores y lo mejor de los invadidos. Vamos a respetar de los pueblos indígenas ese amor por la naturaleza, esa capacidad por conservarla. Vamos a guardar del mundo europeo la capacidad de pensar, esa imaginación y riqueza. Despreciemos de los invasores el genocidio, la codicia que todavía persiste y esa profanación de todo lo natural. Debemos desprendernos de esa indiferencia con los seres humanos y armamos una mezcla compleja que nos sirva para algo que nos engrandezca.
La política
-¿Cree que la justicia como institución debió hacer un mejor trabajo cuando debió?
Ha habido una presencia excesiva de la política en la justicia, y cuando está tan politizada no tiene la capacidad de manejar su propio ámbito. La justicia ha pasado por pruebas muy difíciles. Primero fue masacrada en el Palacio de Justicia en el 85; después convertida en rehén por unos sectores violentos y, además, no era fácil ser magistrado, miembro de la Corte Suprema o de los tribunales. Pero como debate académico la justicia ha quedado en deuda con el país, con reconocer que aquí se violó el derecho a la propiedad en las últimas décadas del siglo XX, con permitir el desplazamiento masivo de los campesinos cuando otra vez bandas armadas, como en la conquista, llegaron a imponer la ley de la guerra.
Hay cinco millones de hectáreas por devolver y si se restituyen solo 200 mil en tres años, pues cuántas décadas vamos a necesitar para corregir esos males. Qué soluciones jurídicas hay para esos problemas, y qué pasará cuando llegue la hora de acabar esa reparación y restitución y ya no existan las víctimas ni los victimarios.
-Teniendo en cuenta que tuvimos una época similar de conquista ¿por qué Colombia tuvo esa no evolución que, según usted, sí tuvo Venezuela?
Venezuela es una sociedad más homogénea que Colombia, es menos diversa geográficamente y casi una sociedad costeña. Es un país más marcado por esa relación de tierras calientes entre el litoral Caribe y el llano. Por otra parte, el costado andino nunca configuró una aristocracia como sí ocurrió en la sociedad andina colombiana. Además, el Ejército en Venezuela funcionó para lo que creía Bolívar que debía funcionar un Ejército en America Latina. Para permitir gradualmente el acceso a otros sectores de la sociedad al poder. En Venezuela cada 50 años llega un hombre fuerte que trae otros sectores de la sociedad al poder, de manera que en Venezuela sí fue sustituida de una vez la vieja casta republicana. En Colombia nunca fue sustituida.
-¿Y en Colombia como funcionó entonces el Ejército?
Fue más bien garante de la continuidad en el poder de unos sectores terratenientes y latifundistas. Existe la vieja leyenda de que en la época de Bolívar, Venezuela era un cuartel; Quito, un convento y Bogotá, una universidad, pero era una ficción, porque si algo era un convento y siempre un cuartel, fue Colombia.
-En el libro deja al descubierto la incapacidad de los liberales ¿eso se sigue viendo hoy en día?
Los conservadores fueron más liberales que los mismos liberales. En los tiempos de la República conservadora se dio la primera industrialización del país, el tendido de los ferrocarriles, procesos de tecnificación y de reconocimiento del territorio. Cuando llegaron los liberales se tenía expectativa porque nacía la modernidad, la ilustración, y resulta que no, ellos renunciaron más pronto que los propios conservadores a la modernización del país. Se acomodaron y llegó ese pensamiento solo en lo empresarial, pero no en lo filosófico o político de responsabilidad social. Los liberales sí tienen responsabilidad grande, pero sobre todo con la simulación. Si uno no es liberal, mejor que no diga que lo es y no finja serlo. Llámese conservador, clerical, latifundista, pero no liberal.
-¿Qué opina entonces del Neoliberalismo?
Es aún menos liberal que el viejo liberalismo. Es más negador de las responsabilidades del Estado y deja a la sociedad en manos del mercado, y no es lo mismo hacer esto en los Estados Unidos, en Alemania o en Francia, donde sí hay unas instituciones constituidas y una ciudadanía instaurada con dignidad, a hacerlo en un país donde no se cumplen las tareas liberales elementales. Es el error principal, no se trata de que el mercado no pueda llegar a hacer cosas importantes, sino que hay que construir primero el acceso al mercado para todo el mundo antes de dejar todo en manos del mercado.
-¿Colombia aún es manejado como un feudo por unas pocas familias en el poder?
Sí, para nuestra vergüenza seguimos en lo mismo de hace 200 años.
-¿Se ve alguna luz al final del túnel?
No solo tenemos solución, sino que tenemos el deber de tener solución. Donde no la tengamos nos toca inventarla. Tenemos un país enorme, lleno de recursos que no conocemos, plagado de talentos que no aprovechamos y destrezas que no fortalecemos. Lo grave es que estamos a merced de unos políticos a los que dejamos todo, y a unos medios de comunicación inferiores a sus deberes, porque los medios en estos tiempos tienen tanta responsabilidad, y capacidad de influir sobre la sociedad de una manera positiva que cuando incumplen con su tarea son responsables de lo que pasa.
-¿Que tan modernos somos?
Somos hijos de la modernidad y no hemos aprendido a aceptarlo. La modernidad comenzó con el descubrimiento de América y con su incorporación a la civilización occidental. La mejor manera como los pueblos pueden aprender a proteger la naturaleza y el equilibrio de este planeta es que aprendamos a comportarnos como forasteros, como si no fuéramos del todo de aquí, como si hubiéramos llegado de otra parte. Y los pueblos indígenas eso fue lo que hicieron, ellos se comportaron como extranjeros por un respeto por la naturaleza, de la que no se sentían dueños, sino que admiraban con asombro.
El libro
Esta semana el escritor William Ospina estuvo en las universidades de Caldas, Manizales y Nacional, presentando su libro Pa que se acabe la vaina. Un ensayo que se basa en volver a lo autóctono, en recuperar nuestras tradiciones y resaltar lo que somos como país. En algo más de 200 páginas explica por qué Colombia es un Estado que no tiene una identidad propia, y por qué nunca hubo una independencia real de España y Europa, atavismo que aún se siente con los gobernantes de familias ancladas en el poder.
Colombia, según el ensayo, es el más mestizo de América y tuvo, además, la mala fortuna de crear un liberalismo acomodado: “los liberales terminaron siendo más conservadores que los propios conservadores”, comenta Ospina.
Para quienes en algún momento leyeron ¿Dónde está la franja amarilla? Este nuevo libro del colombiano se puede ver como una evolución, como un texto más explicativo, con más argumentos y mejor entrelazados los hechos de toda la colonización europea en América. Además, critica la responsabilidad de la iglesia dogmática en el atraso y arraigo a la cultura occidental europea, pues aún nos parecemos más a una colonia española que a personas con tradición propia.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015