LA PATRIA | MANIZALES
Si a Fingo hoy le dicen que venda su mina, no lo hace. Ni siquiera lo pensaría. Hace 10 años se atrevió, recibió poca plata y ahora no tiene ni un peso de lo que le tocaba en la negociación.
Óscar de Jesús Moreno Romero, de 59 años, le hace honor a su apellido. Es un negro quemado por el fuerte sol de Marmato y desde que tiene uso de razón ha trabajado en la minería en ese municipio del alto occidente caldense, el llamado pesebre de oro de Colombia.
Recuerda que de su padre heredó la mina Volcanes. No era muy grande, pero le daba a él y a su familia lo suficiente para vivir de la explotación. Cuenta que desde el 2000 empezaron a llegar compañías mineras al municipio y desde ese año la dicha y la armonía se acabaron para los mineros.
"Para la explotación es necesaria la dinamita, que conseguía con un señor entre 10 mil y 15 mil pesos la libra. Con la llegada de la compañía ellos tomaron el control de los explosivos y ya no se conseguían fácil. Lo mismo pasó con las maderas (palos para acuñar los socavones), nos las dejaron de vender", comenta.
La situación comenzó a tornarse más dura, pues el Banco Agrario dejó de prestarles plata. Las cuentas empezaron a llegar y desde Antioquia llegó de forma ilícita pólvora blanca, a 25 mil pesos el kilo. Una buena oportunidad para hacerle el quite a la falta de explosivos.
Todos empezaron a comprar esta pólvora y así como la adquirían fácil, de la misma forma se volaban los dedos o se sacaban los ojos. Las autoridades empezaron con las incautaciones y, según él, el hospital dejó de atender a los heridos que llegaran por manipulación de esos explosivos. "A los días ya no se conseguía la pólvora ni maderas. Nos ahogaron".
La venta
Asfixiado sin insumos para explotar su mina y por las cuentas de cobro, se dejó tentar por la oferta de vender la mina.
"La compañía contrató a una señora Ocelia, que se encargó de mediar con los mineros y de acordar cuánto costaba cada mina. Como la mía era pequeña me uní con otros mineros y sumamos 11, para que nos dieran una plata grande", recuerda Fingo.
El acuerdo para la venta fue un pago en cuatro partes. Vendió su herencia a la compañía, que de inmediato cerró la bocamina con palos y candados. Pero al pasar los días Fingo no veía plata por ningún lado. Buscó a Ocelia, quien le daba poca razón, y allí llegó para él lo que fue la peor parte. "Un señor me dijo que él me comenzaba a prestar plata, y por la necesidad le dije que sí. Yo no tenía la mina y estaba en la casa sosteniendo a cinco pelaos. Semanalmente me prestaban casi un millón de pesos".
A Fingo también lo conocen en Marmato como el Viejo Light, apodo que se ganó porque se metió con una mujer mucho menor que él. Con ella, dice, vivió los mejores y peores años de su vida. Tomaban aguardiente todos los días, consumían droga y, como suele decirse, daban mucha lora en público. Para mantener esta vida seguía pidiendo plata prestada.
Cuando llegó el primer desembolso por la venta de la mina, ya lo debía todo. El prestamista cobró su plata y nuestro minero estaba otra vez en las mismas: pelao y sin mina. Negoció para que le dieran $20 millones más en la primera cuota, y cada mes de a $5 millones, pero esto solo fue por ocho meses.
En este tiempo el alcohol siguió siendo su mejor amigo. "En Marmato hay mucho vicio: trago, dados y cartas. Uno desde que se entregue al diablo y al juego, que todo eso es del diablo, ya está uno endemoniado y hace de todo un poquitico", dice entre risas.
Él calcula que su mina costaba, en ese tiempo, cerca de $ 400 millones, y eso esperaba recibir, pero estima que solo alcanzó a tener $ 120 millones. El resto nunca lo vio. Dice que Ocelia y sus compañeros de negocio se perdieron del municipio y nunca más se volvió a saber de ellos, pues tienen varias amenazas de muerte encima.
De nuevo a la mina
Así como se fueron los negociantes también se fue la compañía. Antes de irse cerraron bien los socavones y llenaron los sitios con letreros que indicaban se trataba de propiedades privadas.
Fingo tenía hambre y en ese tiempo de desenfreno tuvo tres hijos más con diferentes mujeres. Ya eran ocho, y varias mujeres para alimentar. Al municipio empezaron a llegar mineros de Supía y de La Pintada que se metieron por las malas a las minas cerradas. Los llaman los guacheros. Al ver esto, él también se alió con algunos compañeros y volvió a las minas, que ya habían pasado de dueños y en ese entonces ya pertenecían a la compañía Gran Colombia Gold, que actualmente explora en Marmato.
De nuevo vinieron los problemas, esta vez judiciales. De la inspección de Policía le llegó una orden de desalojar la mina que ocupaba, y que de no ser así el Ejército se encargaría de que nadie entrara.
Había pasado de pasar afugias para conseguirse los explosivos y la madera, a buscar un sitio para sacar unas pocas piedras y venderlas entre $40 mil y $50 mil el gramo.
Buscó otra mina, de la que no dice el nombre porque lo sacarían. Ahora vive con una mujer de 28 años, que tenía una hija, y con la que ya tuvo un bebé. Asegura que cada día busca dejar los vicios y el trago porque cada que llega a la casa borracho pelea con su mujer, y no le gusta. Reclama el derecho a trabajar y se arrepiente de haber vendido su mina, su herencia, de no estudiar, de dejarse tentar por el diablo y de tener $120 millones y nunca haber hecho ni una sola inversión.
Si se pregunta en Marmato por un minero que haya vendido su título, haya tenido mucho dinero y ahora no tenga nada responden que hay que buscar a Afranio, a Nelson, a Fingo, a Santander, a Chucho, a Titi. Recuerdan la historia de cuando a Ocelia la iban a linchar, y la de un minero que un día recibió mil 350 millones de pesos, se fue a Cali, compró busetas, taxis y casas, pero su esposa y el amante de ella le quitaron todo y ahora vive metido en una mina buscando piedras para conseguir el sustento diario.
También sugieren buscar a Cañas y a Edgardo, que vendieron el título de sus minas a la compañía y supieron administrar bien el dinero. Invirtieron y mandaron a sus hijos a estudiar a la ciudad y actualmente viven sentados frente a un televisor LCD de 52 pulgadas, gozando de su plata, como quisiera estar algún día Fingo, con sus 10 hijos y tres esposas.
Sobre los títulos
* María Consuelo Araújo, presidenta de la compañía Gran Colombia Gold, que opera en Marmato, dijo el pasado jueves a LA PATRIA que han adquirido cerca de 107 títulos en ese municipio. Unos fueron comprados a la compañía antecesora, Medoro Resources, y con otros han hecho negociaciones con algunos mineros.
Esta venta la contemplaron en tres cuotas, en una proporción de 20 %, 30 % y 50 %, y ahora se está a la espera del segundo pago que se debe hacer en febrero. Algunos mineros expresaron que no les han dado el dinero. Aunque el mes no se ha acabado, a algunos les anunciaron que les darán unos intereses en caso de pagarles antes del jueves. Araújo dice que están a paz y salvo.
* Bernardo Arango, jefe de la Unidad Minera de Caldas, explicó que esta dependencia de la Secretaría de Gobierno perdió toda autoridad sobre los títulos desde noviembre del año pasado, cuando el tema pasó a ser parte de la Agencia Nacional Minera. Indicó que muchos de estos negocios no se hacen de manera clara, por lo que los mineros que quieran vender pueden conseguir asesoría en la Unidad.
* Antes de que Medoro llegara a Marmato, en el 2009, había estado la compañía canadiense Colombia Goldfields Limited, que abandonó el municipio a finales del 2008 por problemas económicos. Se calcula que el 90 % de títulos ya hacen parte de las compañías, el otro 10 % es de particulares que se resisten a vender, indicó Yamil Amar, del Comité prodefensa de Marmato.
*Gran Colombia Gold tendrá, por lo menos en un mes y medio, los estudios de prefactibilidad que adelanta para determinar el tipo de explotación que se haría en esas minas.
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