Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA | Manizales
La Normal de Riosucio es como una pequeña ciudad donde reina el caos. Sus horas pico son la entrada y salida de clases,así como los descansos y las jornadas especiales de actos culturales y académicos. En esos momentos los corredores, salones, patios y escaleras son como calles, por donde los 778 alumnos buscan abrirse camino.
El hacinamiento y otras incomodidades en la Institución Educativa Normal Superior Sagrado Corazón se empezaron a vivir en el 2013 cuando se detectaron fallas en una edificación en concreto de seis pisos, construida hace unos 50 años.
Las autoridades ordenaron la evacuación. “El lío es que era una estructura para cuatro pisos, pero le hicieron otros dos y empezó a ceder”, indica la rectora Mirtha Cataño. Primero salieron los de primaria, luego los de bachillerato.
Hubo que buscar refugio.
Karine Uchima estaba en grado 11. “Fuimos el último grupo en salir. Recuerdo que poco a poco el edificio se quedó solo. No podíamos correr por precaución”. Ella forma parte de los 414 desplazados por el riesgo de colapso.
Ahora estudia su ciclo complementario para convertirse en profesora, en la escuela María Auxiliadora. “Aquí es muy incómodo, es muy pequeña. Los niños tienen dos recreos y nosotros uno. Es difícil concentrarse con tanto ruido”, comenta Karine, quien vive en la vereda Sipirra.
En el bloque de material, en hierro y cemento, hay soledad. Nadie puede pasar al lugar. A sus pies la maleza se traga las canchas multifuncionales y en varios cuartos solo se ven pupitres arrumados.
En el 2013 salieron 14 grupos y en el 2014, otros 5. La tensión se apoderó de la zona urbana cuando los padres de los niños de primaria de la Concentración Santander no estuvieron de acuerdo con que llegaran allí los de la Normal y a sus pequeños los pasaran para la escuela Antonio Nariño.
Tutelas, plantones, clases en la calle, horarios especiales por horas y días alimentaron la polémica. Finalmente, la Normal decidió utilizar su bloque más antiguo y la escuela María Auxiliadora. La principal consecuencia: hacinamiento de rincón a rincón.
Más antigua
Está claro que los 1.218 matriculados no caben en la sede central de la Normal, que consiste además en una edificación centenaria basada en madera, la cual también debe ser derribada.
Andrés y Sebastián tratan de bajar del segundo al primer piso. Los escalones miden unos 50 centímetros de ancho. La congestión se apodera de las escaleras, decenas de alumnos desembocan de los corredores y quieren descender rápido. Los dos jóvenes tardan 32 segundos en llegar a la primera planta. Sin congestión se baja en menos de 10 segundos.
“La demolición inicialmente era para el edificio de concreto, pero una comisión del Findeter dijo que la estructura en madera también está en mal estado”. Por eso, también hay que tumbarla, indica la rectora.
La información la corroboró el Findeter, entidad que estuvo en los 1.200 municipios de Colombia en los que analizó la viabilidad de proyectos para obras de infraestructura. “El proceso de financiación y construcción queda en manos del Ministerio de Educación”.
Por ahora nada es normal en el colegio. La biblioteca se convirtió en tres salones de clase. El aula máxima es a la vez una pequeña bodega, salón, dos coordinaciones y otro salón. Cinco vitrinas separan a la coordinación de la sala de sistemas.60 computadores de mesa están guardados, no hay donde ubicarlos.
Para completar no hay espacio para educación física. Los profesores deben llevar a sus alumnos a los parques. La banda estudiantil de música tampoco tiene un lugar para ensayar. Lo hacen en el centro de las artes y tradiciones.
Para Karine el momento más complicado tuvo que ver con la utilización de sedes prestadas. “La convivencia no fue la mejor, los padres se molestaron y hubo que regresar al colegio y utilizar la escuela María Auxiliadora, que es una sede de la Normal”.
La idea de acabar con el caos en la Normal está plasmada en un proyecto que significa tumbar y hacer un colegio nuevo, justo en un lote localizado a una cuadra del Parque de la Candelaria.
Por pasos
El primer paso que dieron en busca de soluciones tuvo que ver con la compra del lote, que pertenecía a las Hermanas de la Paz. Las integrantes del Comité Directivo de la Normal recuerdan que la Gobernación puso $500 millones y la Alcaldía $50 millones. “Como ya es propiedad pública, ya se puede invertir en obras”.
Construir un centro educativo nuevo cuesta entre $7 mil millones y $7 mil 500 millones, de acuerdo con el proyecto que la Gobernación le presentó al Ministerio de Educación.
Jesús Antonio Valencia, jefe de Planeación de la Secretaría de Educación de Caldas, señala que el Ministerio aprobó el proyecto con otros cinco del departamento, priorizados para Jornada Única.
Explicó: “Solo falta que el mismo Ministerio cuantifique en definitiva el valor, haga los ajustes para comenzar con los procesos que lleven a construir lo que será un megacolegio”.
En todo caso, advierte, Fabio Hernando Arias, secretario de Educación departamental, el Gobierno Nacional aporta el 70% y la Gobernación y el Municipio el 30%. Los recursos están listos, asegura.
En eso coincide la secretaria de Educación de Riosucio, América Castillo. “Entregamos $1.017 millones que teníamos por regalías. Eso es lo que nos corresponde”. Además, se hicieron en la Normal unas intervenciones por $62 millones ante la emergencia. “Ya no vamos a invertir más, pues está claro que habrá un colegio nuevo”. Recuerda que el Municipio apenas tiene $200 millones para atender 95 sedes de 18 instituciones educativas.
El nuevo reto, en medio del caos, será cómo estudiar con los trabajos de la nueva construcción. “Lo importante es que nos garantizan que se podrán ir ocupando las obras que terminen para evitar interrumpir el calendario académico”, comenta la rectora.
Para Karine, a punto de convertirse en profesora, la experiencia para los mil 200 alumnos de la Normal Sagrado Corazón, emblemática institución del occidente de Caldas, ha sido traumática, pero al mal tiempo buena cara. “Llama la atención que se hable de calidad educativa en estas condiciones. Sin embargo, uno como futura maestra debe estar preparada para asumir estas situaciones”.
Lo que esperan
Pablo Jaramillo, décimo
Nos sentimos mal porque nos han ilusionado con las obras, hay salones en mal estado. El año pasado fue muy incómodo porque nos enviaron a otros colegios, la convivencia no era tan buena. Nos sentimos olvidados.
Andrés Bañol, décimo
Estamos muy incómodos, nos tocó estudiar en otros colegios y no nos sentimos lo mismo que acá.
En las escaleras se forma la congestión como producto de decenas de estudiantes que salen de los salones, pasan por los corredores y buscan el patio.
Este bloque en material ya está evacuado por el riesgo de colapsar. Junto con el más antiguo en madera serán demolidos.
Foto | Leonidas Guerrero | LA PATRIA
A grupos de la Normal les toca hacer educación física en el Parque de la Candelaria, ante la falta de espacios deportivos en la sede.
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