Columna: Sumar por las matemáticas

ESTEBAN TORO

NORMAL SUPERIOR DE MANIZALES.

GRADO ONCE

La realidad más aberrante de la escuela es haber sembrado el miedo a las matemáticas. Desde sus carencias en la metodología y la didáctica, su parquedad en la representación misma de esta, hasta su mismísimo fustigamiento en los yerros infantes y su forma de exponerla.

Esto repercute en la cosecha del estudiantado, en su advenimiento de la realidad y la afectación a la lógica matemática, porque como yo siempre lo he sentido: sus pilares de enseñanza han sido el error y el temor.

La escuela aún no habrá sospechado de lo productivo que es invertir bien el tiempo y dedicar el currículo a lo que nos atañe, como la aclamada comprensión lectora y lectura crítica.

Esta siembra en el niño una habilidad de discernimiento entre toda la información que se le atiborra a diario desde el Plan de Estudios.

Así pues, las matemáticas pasarían inadvertidas por un lado de los estudiantes. Elegiríamos de buena gana compartir una tarde discutiendo teorías, historias en un campo tan magnífico y de disfrute, de interpretaciones e hipótesis de la realidad o fantasías literarias alucinantes.

Es mi punto de vista, es la perspectiva e introspección que un estudiante, de grado undécimo, que analiza las flaquezas y prioridades que son decisión de la escuela, claro, con toda la buena intención de formarnos mejor.

El saber matemático está íntimamente relacionado con la misma comprensión lectora. Lastimosamente, nos encontramos en una encrucijada con un sistema educativo que, muy verosímilmente, pudo servir en los tiempos de Comenius; en una sociedad empecinada en el conocimiento. Pero la educación merece una apremiosa evolución, propuesta desde el dinamismo de nuestra sociedad contemporánea y fijada en la necesidad de despertar una autoconstrucción en el alumnado.

La metodología matemática contiene la propensión necesaria al aburrimiento, resaltando también, que esta, posee un sinfín de guisas encalladas a su estiramiento y modificación para entablar un colindante con el alumno. Sus campos de exploración están abiertos a su aprehensión, pero no tenemos en la escuela aún, un camino más diáfano y adaptado a los estudiantes.

¿Cómo podría la escuela erradicar esa medrosa actitud al oír la palabra matemáticas, y comenzar a modificar su metodología desde un espacio más solaz y divergente para con los estudiantes de la escuela?

Entonces, ¿cómo podría la escuela erradicar esa medrosa actitud al oír la palabra matemáticas, y comenzar a modificar su metodología desde un espacio más solaz y divergente para con los estudiantes de la escuela?

A comparación del acerbo de la matemática y su rudimentaria praxis, tenemos nosotros los maestros en potencia, a nuestro alcance, el menester de enseñar a leer, no solo a decodificar signos sino a disfrutar del mensaje, del mundo de otro, del conocimiento en la letra escrita.

No tememos a El Principito, no tememos a Las láminas más difíciles del álbum y tampoco le tememos a revisar un poco del génesis de la vida en la exquisitez del mito. El alcance de la literatura es más tolerable. Por eso, desde un completo y propedéutico desarrollar de ella, hasta culminar en la eficacia de su comprensión y su estudio en la crítica y reivindicando el discernimiento, podemos vaticinar un prolífico ejecutar del ser matemático.

La prioridad se nos presenta como el deber de hacer de la literatura el punto neurálgico de la educación primaria, dejando en los niños unas vetas embadurnadas de intriga por la interpretación de esta realidad, para que con esa misma espina y digno; Élan vital, del cual habla Bergson, se permeen de la picazón y afán de redescubrir el mundo con sus manos, sus cálculos y sus andares por la sapiensa furtiva.