Tiene razón el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, quien denunció esta semana que Venezuela vive el “lamentable final de la democracia”, haciendo referencia a todas las maniobras dilatorias que se han ejecutado en ese país alrededor del referendo revocatorio en contra del presidente Nicolás Maduro, el cual es impulsado por la Mesa de Unidad Democrática (MUD), como opositora al gobierno, siguiendo todos los parámetros señalados por las normas constitucionales, y con el objetivo de que se realice antes del 10 de enero del 2017.
Almagro también se refirió al abuso que se viene cometiendo en contra del líder opositor Leopoldo López, a quien le acaban de confirmar una condena de 14 años de cárcel, acusado de hechos en los que no está plenamente probada la responsabilidad del dirigente, como incitador a la violencia en actos populares contra el gobierno chavista en el 2014. Al lado de este episodio son numerosos los abusos que se han cometido desde el gobierno de Maduro en contra de los líderes de la oposición, quienes no cuentan con las mínimas garantías propias de un estado democrático verdadero. Tal es la complejidad del problema que un grupo de expresidentes que, supuestamente, mediarían para hallar salidas, todavía no despega.
Cada vez más países de América Latina toman distancia de Venezuela y muy pocos se mantienen a su lado; de hecho solo los que siguen recibiendo petróleo regalado son sus amigos. La presión regional crece, mientras que el gobierno de ese país parece moverse hacia posturas más radicales que lo conducen por caminos de autodestrucción, como viene ocurriendo con una economía descuadernada que expulsa la inversión foránea, que no logra satisfacer las necesidades de alimentos y medicamentos para la población y que cada vez tiene mayores dificultades en el mercado del petróleo.
Esos pasos en contravía de la democracia que afectan a su propio pueblo y que desconoce las opiniones contrarias a su obsesión por un socialismo trasnochado, también han llevado a que Venezuela deje de cumplir con las condiciones para ser un buen socio, y se ha ido autoaniquilando, llegando a un aislamiento lamentable, como producto de la pérdida de toda confianza. No de otra manera puede explicarse que Argentina, Brasil y Paraguay no quieran tener a los venezolanos en Mercosur, y que no acepten entregarle la presidencia temporal de ese bloque económico, al no haber incorporado a su legislación nacional los protocolos democráticos del grupo.
Ya desde el mes pasado 15 países, entre ellos Colombia, le pidieron a los organismos electorales de Venezuela que agilicen el trámite del proceso revocatorio contra Maduro, y exigiendo que se respete la democracia. A eso hay que sumar campañas oficiales intimidatorias que causan preocupantes tensiones políticas, y que amenazan con que se agudice la violencia e incremente las incertidumbres sobre el porvenir del vecino país. Como si fuera poco, se tienen además graves problemas de corrupción, incluso la vinculación comprobada de personas cercanas a Maduro a negocios de narcotráfico.
Si las cosas siguen por el rumbo en que se encuentran, llegará el momento en el que sea necesario aplicar la Carta Democrática Interamericana, dejando a Venezuela por fuera de la OEA, lo que agravaría su situación ante el mundo. Es una lástima que el vecino país, con el cual en el pasado tuvimos relaciones muy prósperas y beneficiosas para ambos lados de la frontera sea hoy un factor de desestabilización regional. Esperamos que en el remolino de su autodestrucción lamentable no termine absorbiendo a democracias como la nuestra, a la que todavía le queda muchas pruebas por superar.
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