La filtración de una base de datos con información de cerca de 400 personas entre periodistas nacionales y extranjeros, embajadores y funcionarios de la oficina del Alto Comisionado para la Paz, entre otros, hizo que el Ejército Nacional anunciara cambios profundos en sus estructuras de inteligencia y contrainteligencia, con el fin de lograr que toda la información que obtienen legalmente las autoridades esté debidamente protegida y no corra el riesgo de salir a la luz pública y poner en riesgo, eventualmente, la seguridad nacional.
Frente a este incidente, está bien que se abra una investigación que lleve a los responsables de la filtración, y que el jefe de esa dependencia sea retirado temporalmente, mientras que el Inspector General del Ejército busca el origen de esta irregularidad, la cual no puede ser menospreciada, ya que así como se divulga una base de datos como esta también podría terminar en manos del público información reservada, con la que se pondría en riesgo al país.
Llama la atención, además, que se les esté haciendo seguimiento a los periodistas y medios de comunicación, como si los problemas que deben ser investigados por la inteligencia militar tuvieran origen en la información que manejan los comunicadores. La inteligencia de verdad tiene que estar orientada hacia el seguimiento a la delincuencia, no se puede ir chuzando a todo el mundo, sin ningún objetivo claro. Todos los esfuerzos en este sentido deberían estar en la interceptación de las comunicaciones de los guerrilleros y demás agentes criminales para lograr su captura y judicialización.
Entre los cambios que deben introducirse es apenas lógico que la sección de contrainteligencia funcione aparte de la de inteligencia militar, pues su convivencia bajo una misma jefatura, como ocurre actualmente, se presta para que se den las irregularidades que ahora se denuncian. Además, los hechos que llevaron a la liquidación del DAS y los episodios de chuzadas que se han conocido recientemente muestran que se tienen profundas debilidades que tienen que ser corregidas sin más dilaciones.
Es claro que para poder hacer inteligencia y proteger la seguridad del país frente a los grupos que la amenazan es necesario hacer interceptaciones de teléfonos y de correos electrónicos, y a todas las fuentes de información necesarias, con el uso de las tecnologías más avanzadas, pero eso tiene que seguir unos protocolos mínimos y tener unos objetivos estratégicos específicos que logren acorralar a quienes cometen delitos. La inteligencia no puede limitarse a escarbar en chismes o en informaciones de oídas, pues termina identificándose más con la farándula y el espectáculo que con la seriedad que requiere una tarea como esta.
Es el momento en que el Gobierno Nacional debe consolidar un verdadero sistema de inteligencia que recoja todo lo que se manejaba en el DAS y lo que actualmente manejan otras instituciones, para que haya una política seria y coherente, con un foco bien definido, porque todo lo que se ha ido conociendo al respecto demuestra que se dan muchos palos de ciego en esa materia. Hacerles inteligencia a quienes negocian en La Habana no parece servir de mucho, mientras los delincuentes hacen de las suyas en Colombia sin que se les siga la pista adecuadamente.
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