Así como la celebración del pasado 14 de julio en Francia se convirtió en una pesadilla, con la muerte de 84 personas atropelladas por un loco al volante de un camión a altas velocidades, la semana pasada fue totalmente traumática para Alemania: un día un joven afgano de 17 años que entró como refugiado al país europeo atacó e hirió gravemente a cuatro personas en un tren usando un cuchillo y un hacha; luego otro joven de 18 años (alemán de origen iraní) por razones que no están claras asesinó a nueve personas en un centro comercial de Múnich, y como si fuera poco, ayer un sirio de 21 años, en otra localidad alemana, asesinó a una comerciante con un machete. ¿Y qué decir de los atentados en Bagdad y Kabul ayer, con cerca de 100 muertos en total?
Semanas atrás se habían vivido los cruentos episodios del ataque del Estado Islámico (EI) en el aeropuerto de Estambul, en el que murieron 44 personas, y antes se había dado un atentado en Bélgica. Hoy hay una zozobra general en Europa, donde el nerviosismo se ha apoderado de la gente, pues en cualquier momento puede ocurrir algún hecho de terror, conectado o no con el movimiento yihadista. Pareciera que el continente que se presume el más civilizado del mundo vuelve por el viejo camino de la barbarie desproporcionada que se creía superada.
Por un lado, el EI hace llamados violentos a sus seguidores suicidas para que usen cualquier método de terror con los fines que presumen sagrados y que van dirigidos a desestabilizar a Occidente. No se requiere sino a un ser solitario que odie la cultura occidental y que esté dispuesto a morir por su fanatismo religioso para que haya escenas de pánico. Los sentimientos xenófobos, los odios raciales y toda clase de irracionalidades son suficiente motivo para que se generen choques que día a día cobran nuevas víctimas. En gran parte de esos casos está probada la participación del EI, que mantiene viva su obsesión por imponerse a la fuerza.
Sin embargo, casos como el del joven alemán iraní que ejecutó la masacre de Múnich, que según las autoridades no tiene relación aluna con el IE, también muestran que hay otra clase de serios conflictos con heridas abiertas que podrían llevar a que ocurran más de estos hechos totalmente contrarios a lo civilizado, y que nos hace pensar que los más bajos instintos asesinos podrían seguirse expresando a través de jóvenes que, sin una perspectiva histórica del pasado, acudan a una barbarie que nos quita el sueño a todos, incluso a quienes vivimos lejos, en América Latina.
Hay un resurgimiento de la violencia en el mundo, en niveles exagerados, lo que debe preocuparnos como sociedad. Cualquier loco en acciones que considere supuestamente justas puede convertirse en un asesino en serie, y terminar actuando bajo la inspiración de alguna causa religiosa o política. Por eso, es sensato temer que los movimientos xenófobos se fortalezcan en Europa y busquen reaccionar de manera tanto o más violenta que lo hecho por EI, con lo que se incrementaría el pavor general.
Ya en Colombia conocimos las nefastas consecuencias del surgimiento de esas fuerzas antiterroristas en el seno de la sociedad, lo que condujo a generar un verdadero infierno del que el país aún no se recupera. Menos mal aquí se viene trabajando para superar esos aciagos episodios, y darle paso a nuevos escenarios en los que los colombianos podamos convivir en paz. No obstante, esto no nos blinda de que esas nuevas formas de barbarie puedan llevarnos a caer en el remolino de violencia que hoy azota a Europa. Hay que ser muy cuidadosos para no permitir que las tensiones sociales y políticas que hoy tenemos, se salgan de control, y podamos dar lecciones de civilización al resto del mundo.
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