“Todos sabemos que es más fácil iniciar las guerras que terminarlas”, expresó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al anunciar que el Plan Colombia que durante 15 años tuvo un acento militar pasaría a llamarse Paz Colombia, que ahora tendrá un énfasis en inversiones que ayuden a que sean cubiertas las necesidades del posconflicto. También aseguró que este paso es un nuevo comienzo en las relaciones entre su país y el nuestro, lo que plantea un compromiso que va más allá de la lucha contra el crimen organizado y se fija metas estratégicas en lo social, en lo político y en lo económico que pueden beneficiarnos a todos.
Paz Colombia tendrá que ir ahora al Congreso de los Estados Unidos, buscando la aprobación de los 450 millones de dólares propuestos por Obama, y cuya destinación iría a colaborar en la reintegración de los exguerrilleros, garantizar los derechos humanos, atender a las víctimas, impulsar labores de desminado y a generar oportunidades productivas a los campesinos colombianos, y también a reforzar la seguridad y seguir combatiendo a quienes persisten en el oscuro negocio del narcotráfico, raíz de innumerables problemas en nuestro país y en el mundo.
Ahora bien, hay que tener presente que en plena campaña política para la Presidencia en el país norteamericano, esta iniciativa deberá superar varios obstáculos, planteados por la realidad de una mayoría republicana, que podría tratar de condicionar las ayudas al compromiso de no bajar la guardia en la lucha antidrogas y ser más estrictos en la aplicación de penas a los traficantes. Eso lo tendrán que tener presente los negociadores de La Habana, y por lo tanto las Farc tendrán que abandonar por completo cualquier actividad que los vincule con el narcotráfico.
Lo cierto es que tras 15 años de aplicación del Plan Colombia, el país se ha transformado y puede seguir cambiando para bien. La iniciativa surgió en las manos de los presidentes Andrés Pastrana y Bill Clinton, pero fue en los dos periodos de Álvaro Uribe y George W. Bush, y en lo que va de Santos y Obama que alcanzó los mejores resultados, reflejados en cifras que muestran un progresivo avance en la lucha contra los factores generadores de violencia. Es verdad que falta mucho para poder cantar victoria, pero los mismos líderes de Estados Unidos reconocen el esfuerzo hecho por nuestro país, y la necesidad de mantener esa estrategia con algunos ajustes, para que pronto la paz venga acompañada de desarrollo real en la región.
Por eso, ahora tendrá que hacerse un énfasis en las posibilidades del campo colombiano, para que los pobladores rurales puedan ejecutar proyectos que signifiquen progreso para sus familias y comunidades, sin que sean seducidos por las mafias que quieran aprovechar su fuerza laboral para los cultivos ilícitos. Hay que trazar y echar a andar las estrategias que le permitan al agro garantizar la seguridad alimentaria nacional, al mismo tiempo que sus márgenes de utilidad sean favorables a su calidad de vida y desarrollo. Y que en esa dinámica estén integrados quienes dejen las armas para dedicarse a un trabajo honrado y productivo.
Este nuevo ambiente que es preciso consolidar en Colombia también debe servir para que los inversionistas estadounidenses y de todo el mundo generen empresa y empleo en nuestro país, de manera creciente. El país casi inviable que teníamos en los 90 va quedando atrás y hacia el futuro se observan perspectivas positivas por las que tenemos que seguir trabajando con toda energía, entendiendo que el mejor camino es el apoyo al campo, el reforzamiento educativo y las oportunidades para todos, sin permitir que vuelvan a aparecer los factores de violencia que nos llevaron al caos.
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