l mundo que vivimos trae complejidades cada día. Cuando las aerolíneas y la seguridad en las aduanas y aeropuertos extremaron las medidas, desarrollaron tecnologías y se tornaron exageradamente desconfiadas sobre los pasajeros y las cosas que pueden cargar en sus maletines y que pueden ser usadas como armas, se abren nuevas preguntas en torno a hasta dónde pueden funcionar tales controles frente a un piloto que por algún motivo -incluida la posibilidad de una enfermedad mental- decidió estrellar el avión en que viajaban 150 pasajeros.
La seguridad aérea cambió de manera radical después de los atentados del 11 de septiembre del 2001. Antes habían ocurrido tomas de rehenes y otras acciones terroristas que obligaron a adoptar medidas, pero fue con el uso de los aviones como proyectiles que se tomaron decisiones que siguen siendo incómodas para los viajeros, pero necesarias ante la permanente acechanza del terrorismo. El problema es que lo acontecido entre el cielo y las montañas francesas tiene mucho más que ver con el interior del ser humano, esa decisión inexplicable de acabar con su vida y la de 149 personas más, de acuerdo con la información que entregó la Fiscalía de Francia.
Son muchas las preguntas y mayor la cantidad de especulaciones. Se puede criticar a la empresa por no fijarse en el estado de salud de sus pilotos, aunque se dice que esta nunca se enteró, pero otros dicen que el personaje de marras mantuvo oculta su condición. Qué fácil resulta juzgar a posteriori esta situación. Si eso pasara en nuestros países en donde poca atención se les presta a los pacientes psiquiátricos, en donde a pesar de que la salud mental debería ser una prioridad y no lo es, lloverían las críticas, pero sucedió en donde estas enfermedades se toman con total responsabilidad.
La tragedia de Germanwings abre todo tipo de interrogantes, que desconciertan por falta de respuesta. Aunque las investigaciones seguirán y se podrán atar mejor los cabos cuando se revele el contenido de la segunda caja negra que contiene los datos técnicos del avión, es necesario que los encargados de la seguridad aérea evalúen cómo se puede evitar que esto se repita. Ya hay una primera consecuencia. La Agencia Europea de Seguridad Aérea (AESA) decidió que no podrá haber en adelante una sola persona al frente de un avión, como ya sucede en cielo estadounidense. La medida ya fue acatada por varios países y aerolíneas, aunque esto no es prenda de garantía.
Esta no es una situación fácil de resolver, aunque medidas como estas ayudan a reducir los nervios en los ciudadanos. No se puede olvidar que cuando nos subimos a un aparato tripulado por otro se está ante una relación de confianza, y ese pacto se fundamenta en creer que las empresas han cumplido todos los protocolos y que quienes están allí son personas suficientemente evaluadas para tal responsabilidad. No obstante, siempre pondrá en juego el resultado final, lo que pase por el interior del ser humano. En este caso parece que no hubo error de alguien, no fallaron los equipos, solo en un momento de desesperación o de enajenación una persona decidió estrellar el avión y matar consigo a 149 personas más, causando un dolor y una sensación de incomprensión a sus seres queridos y a la humanidad.
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