a labor del sacerdote Luis Fernando Yepes Acevedo en el corregimiento de Arauca (Palestina), donde en cinco años logró grandes cambios sociales y dio inicio a proyectos educativos y productivos que podrían ser considerados modelos para el resto del departamento, es un gran ejemplo de lo que puede hacerse desde instituciones como la Iglesia Católica para ayudar a tener una sociedad mejor en el futuro. Ahora, cuando el sacerdote estará al frente de la Parroquia de La Inmaculada, en Aguadas, al norte de Caldas, surge la expectativa acerca de los alcances que logre allí su trabajo.
Tiene claro el religioso que la educación es el camino más corto y efectivo para derrotar la violencia, y no solo eso, para abrir caminos de bienestar. Sin ínfulas, pedantería o egoísmo es claro al insistir en que solo se dedica a hacer la obra que Dios le ha encomendado. Incluso, humildemente se acoge a los votos de obediencia para zafarse de sus logros e ir a cumplir labor en otro lugar.
Nadie puede dudar que haber recuperado unos computadores perdidos para montar una especie de miniuniversidad que hoy es acogida por cientos de personas, el rescatar de la prostitución a 97 niñas, poner a funcionar máquinas de coser viejas y fomentar el deporte entre muchachos que antes no tenían más opción que servirle al bajo mundo, son logros enormes.
A partir de ahora en Arauca será el padre Alirio Ramírez quien asuma las riendas de un proyecto que, de profundizarse y mejorarse, dejará muy bien parada a la Arquidiócesis de Manizales, y desde luego a la Iglesia en general, desplegando una sintonía clara con las enseñanzas que viene inculcando el papa Francisco desde el comienzo de su pontificado, de ocuparse de los problemas de los pobres y ayudarlos a salir adelante. Qué bueno sería que no solo el padre Yepes, o el padre Ramírez, sino todos los sacerdotes se empeñaran en construir este tipo de proyectos, ambiciosos y de impacto, que realmente conviertan en obras el Evangelio.
Tenemos en nuestra región comunidades que afrontan ingentes dificultades, las cuales sin paternalismos, pero sí con una alta dosis de liderazgo y de trabajo hombro a hombro pueden hallar los caminos para superar los problemas y aprovechar mejor las oportunidades, de tal forma que queden atrás los flagelos del consumo de drogas entre los jóvenes, la prostitución y demás situaciones negativas que los acechan, y darles vuelo a los sueños que pueden concretarse para beneficio de todos.
Además de lograr impactos positivos que ayuden a la justicia social, por este sendero la Iglesia podrá cosechar nuevos y fervorosos seguidores, muchos de los cuales se dejan tentar de otros credos, solo porque no se sienten interpretados en los ritos religiosos católicos, y se dejan caer en brazos de creencias que sí saben cómo atraerlos y fidelizarlos. En la medida en que la Iglesia Católica, como institución, asuma como esencia de sus actos el compromiso de acompañar a las comunidades y ayudarlas a surgir fuertes de sus dificultades, podrá en el futuro afianzarse y mantenerse erguida.
La posibilidad de trabajar en conjunto y hacer sinergias con otras entidades está ahí, y podría aprovecharse mejor. Incluso, siguiendo el ejemplo que ya es real en Arauca, las universidades asentadas en Manizales tienen la oportunidad de extenderse y ayudar a que surjan en los municipios nuevos profesionales que eleven los niveles de educación, y le abra espacios a la innovación y al progreso en esas zonas alejadas de las que el Estado muchas veces se olvida.
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