s verdaderamente inquietante lo que está ocurriendo con el precio del dólar en Colombia. Esta semana arrancó con una cotización superior a los $2.500, lo que significa romper una barrera psicológica que podría llevar a que se vuelva incontenible. Hay analistas que se atreven a decir que antes de que termine febrero habrá llegado a los $2.600, lo que significaría que en los dos primeros meses del año se daría un incremento cercano a los $200, un ritmo que de mantenerse podría generar un descalabro.
Ahora bien, hasta ahora este crecimiento de la divisa es para los exportadores una buena noticia, porque eso significa que estarán recibiendo más dinero por los productos que venden en el exterior. La mala nota en ese sentido es que los volúmenes de comercio no son los deseados, por lo que no podrán aprovechar al máximo la bonanza. En cambio, esta tendencia devaluacionista sí es un mal acontecimiento para la inversión extranjera, que ya no ve a Colombia como un lugar atractivo para hacer negocios y comenzará a mirar hacia otros mercados en los que pueda obtener mayores provechos.
Para haber aprovechado mejor esta coyuntura el país tendría que haber consolidado un sistema industrial más fuerte, con cuantiosas ventas al exterior, y con una menor dependencia económica del crudo, hoy cercano a 50 dólares el barril. Ante esta realidad compleja, nos queda la lección de la necesidad de fortalecer aún más nuestro aparato exportador hacia el futuro, y así poder sacarle el mejor provecho a los tratados de libre comercio que se han firmado. No se aprovechó este cuarto de hora, tenemos una balanza comercial desfavorable… solo nos queda esperar a que las condiciones macroeconómicas se muevan pronto hacia un punto de quiebre, porque si la crisis financiera del 2008 no nos afectó, la actual sí puede perjudicarnos en forma directa.
Los analistas no se comprometen a dar cifras definitivas sobre cuál será el comportamiento futuro del dólar, pero lo que sí es seguro es que mientras los precios del petróleo se mantengan en caída, o mientras que los niveles de producción o de inventarios crezcan el hidrocarburo seguirá perdiendo valor en el mercado, y eso va a impactar negativamente las finanzas nacionales, pues no podemos olvidar que el crudo representa cerca del 60% de nuestras exportaciones. Aunque con un dólar alto se compensa en parte esta pérdida, si se mantiene el alza de la divisa los desajustes de nuestra economía van a ser más evidentes, y la urgencia de una reforma tributaria más profunda se hará impostergable.
Por lo pronto, habrá que esperar que los índices de inflación que se ha mantenido controlado en los años recientes, sufra algún grado de cambio en su comportamiento que podría afectar a todos los colombianos. Ojalá que todos los seguros que se han adoptado funcionen y que permanezca la estabilidad en los precios de los artículos de la canasta familiar. Si se llega a debilitar la economía también se quedarán a mitad de camino las metas en materia de generación de empleo, en la que están fincadas las esperanzas de nuestro desarrollo.
El Gobierno Nacional y su Ministerio de Hacienda, así como el Banco de la República, deben reflexionar acerca de cuáles serán las mejores medidas que permitan mitigar las consecuencias de un petróleo más barato y un dólar que siga incrementando su cotización. Como están las cosas, gracias a la recuperación que viene teniendo la economía norteamericana, en el medio plazo no se observa ningún cambio significativo en la tendencia. Solo una baja en la producción mundial de petróleo podría provocar cambios, pero habrá que ver qué pasa con las huelgas y protestas que ya anuncian los trabajadores de ese sector en las petroleras norteamericanas.
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