s lógico que si se va a firmar un acuerdo para ponerle fin al conflicto armado, poco antes de lograrlo es necesario desescalar las acciones bélicas y tratar de llegar a los puntos finales sin sobresaltos. Por eso, se podía intuir el anuncio del presidente Juan Manuel Santos de suspender los bombardeos contra las Farc, de manera indefinida. En la medida en que se eviten más muertes en esta guerra que lleva cerca de 60 años será más fácil terminar exitosamente las negociaciones. Ahora bien, no se puede perder de vista que la seguridad de los colombianos es prioridad, por lo que las Fuerzas Militares tienen que seguir brindando esas garantías.
La determinación presidencial es una clara respuesta al anuncio de la guerrilla de poner en marcha un cese unilateral del fuego. Esperamos que esta vez se cumpla cabalmente. Cualquier incumplimiento, pese a los pasos del Gobierno para desescalar el conflicto, podría llevar los diálogos a un fracaso. El paso dado por Santos también tiene que significar que se le pondrá más velocidad a los acuerdos, pues la idea es que en noviembre, cuando se cumpla el plazo para ver si es posible un cese bilateral y definitivo, el país esté de verdad ad portas de la firma de la paz.
Mientras tanto, la Fuerza Pública no puede dejar de hacer presencia en todos los rincones de Colombia y desarrollar acciones en contra de la delincuencia, cualquiera sea su procedencia. Es evidente que los bombardeos es lo que más afecta a las Farc, y por eso la suspensión debe hacer que la subversión tenga una respuesta favorable, pero eso no implica que nuestro Ejército se quede quieto. Por el contrario, es la oportunidad de llegar a sitios a los que no ha podido ingresar, haciendo contacto amable con las comunidades y demostrando que ejerce soberanía en todo el territorio.
También es un paso positivo que se haya dado a conocer ayer el grupo de juristas que asesorará al Gobierno en los puntos de justicia transicional, lo que debe ayudar a que muy pronto haya acuerdos acerca de la manera en que los guerrilleros pagarán por sus crímenes. También debe allanar el camino hacia el pacto de dejación de armas, las posibilidades de desmovilización y la apertura de caminos para hacer política. Las Farc deben entender que la paciencia de los colombianos tiene límites y que si se les dan oportunidades, deben aprovechar para sembrar la confianza que necesitan si quieren en un futuro ser una opción válida en la democracia colombiana.
Este es un momento para la sinceridad en todos los aspectos. Las Farc no pueden estar pensando en aprovechar para fortalecerse bélicamente, esa sería una enorme estupidez. Esta es la última oportunidad que tienen para salir dignamente del conflicto. Las autoridades también están obligadas a hablar con toda franqueza sobre lo que pasa, sin ocultar información o maquillar los hechos. De hecho, es fundamental que los rumores acerca de posibles hostigamientos de grupos armados ilegales en cercanías del corregimiento de Arboleda (Pensilvania) se aclaren.
Todos los colombianos debemos ser conscientes de que estamos atravesando el momento más crítico de los diálogos, debido a que si es verdad que estamos muy cerca de firmar el fin del conflicto, y nada está acordado hasta que todo esté acordado, cualquier equivocación o imprudencia puede llevarnos al retroceso. Sería muy lamentable que por meros caprichos, por no entender el momento histórico, o solo por el ánimo de destruir en lugar de construir, Colombia tenga que regresar a una guerra de la que no saldría en varias décadas.
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