Suena fuerte, Código de Policía, pero su esencia es mucho menos intimidante. Lo que hace esta importante norma, que estuvo en el olvido durante años por los legisladores y el ejecutivo, no es más que regular la vida en comunidad y los comportamientos humanos, sobre todo, desde la perspectiva preventiva, al entender del profesor experto en esta materia Héctor Jaime Castro Castañeda. ¿Por qué empezar por la definición? Porque se ha satanizado la reforma a este importante instrumento que regula las relaciones para vivir civilizadamente en sociedad.
Le han llovido críticas al recientemente aprobado Código, el cual regula comportamientos que se han salido de madre, da dientes a la Policía para actuar en casos extraordinarios y necesarios, y aumenta considerablemente las multas, que se fijaban hasta ahora en pesos de hace 40 años, que no asustaban a nadie en caso de que debiera pagarlas. Falta el control Constitucional, donde se sabrá si las normas que permiten a las autoridades de Policía allanar o requisar sin previa orden o conducir a personas en evidente estado de embriaguez o de uso de alucinógenos, entre otros, violan la Carta o, por el contrario, son necesarias.
El mundo sabe de la importancia de usar las cámaras de vigilancia en las calles para la seguridad, pero también conoce de los excesos por el abuso de la información que entrega. Sí resulta clave que haya protocolos estrictos para el uso de las imágenes que se obtengan en los lugares públicos y respeten el derecho a la intimidad y a la propia imagen de los ciudadanos. Que solo se usen para la seguridad. Está demostrado en Colombia que el miedo a que las multas le metan mano al bolsillo son más formativas que las campañas de cultura ciudadana, infortunadamente. Por ese motivo, el incremento ostensible y su tasación para aumentar cada año con base en salarios mínimos es un avance.
Hay que recordar el papel preventivo que cumplía la Policía. Cuando se habla del agente de la esquina que ayudaba a resolver riñas, que metía su carcelazo a quienes estaban borrachos en la calle o hacían allí sus necesidades fisiológicas seguro era represivo, pero también preventivo. Por ejemplo, una persona enajenada por el consumo de sustancias espirituosas deambulando por la calle puede estar en riesgo o poner en riesgo a otros. Por tanto, no es tan descabellado que pueda ser llevada a un lugar mientras se recupera.
Otra cosa es que la Policía se ha ganado la desconfianza de muchos ciudadanos que temen que puedan abusar de su poder. Así que también le cabe responsabilidad a la importante institución para recuperar su estatus como regulador de las relaciones sociales, también in extremis, porque la principal responsabilidad es de todos los colombianos para vivir en comunidad. Claro, a esa imagen represiva de la Policía han ayudado los años de guerra en Colombia que llevó a militarizarla en su forma y olvidarse de que es un cuerpo civil.
Es importante darle una oportunidad al nuevo Código de Policía que regula temas tan sensibles a los ciudadanos como el ruido, el matoneo en redes sociales, agredir a las personas por su preferencia sexual, reportar falsas emergencias, comprar un celular robado, permitir el ingreso de menores a lugares para adultos, iniciar peleas o agredir a la autoridad. Cómo se va a decir que no hacía falta. Si hay excesos corresponderá a la Corte Constitucional limitar su aplicación, pero sería un error que perdiéramos la oportunidad de actualizarnos en un tema fundamental para el país del postacuerdo, la convivencia desde donde se puede construir un verdadero país en paz.
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