Dos imágenes de la misma moneda ha exhibido Panamá en los últimos meses. La primera puso al pequeño país en el ojo del huracán con los Panamá Papers, un escándalo de talla mundial, en el que quedó en evidencia que este lugar sí es un paraíso fiscal, igual que otros países que se dedican al comercio libre y que tienen montadas unas estructuras financieras que permiten la realización de transacciones internacionales sin mayores trámites, facilitando la evasión de recursos en las naciones de origen.
Aunque aún no se apagan los efectos del trabajo periodístico más ambicioso en la historia, ahora los titulares internacionales son porque se puso al servicio la ampliación del centenario canal que permitirá el paso por su territorio de los buques más grandes existentes hasta ahora, con tres veces la capacidad de los que podrían hacerlo hasta ahora. Los dos clientes principales son China y Estados Unidos, países con buques de gran capacidad que ahora podrán cruzar casi sin restricción (el 98% de los barcos actuales podrán hacerlo), como también ocurre en la también recién inaugurada ampliación del canal de Suez, entre el Mar Mediterráneo y el Mar Rojo, en el Cercano Oriente.
Es con noticias como esta que el istmo puede sacudirse de su imagen de paraíso fiscal, por la cual la comunidad internacional lo mira prevenidamente y le ha costado varios reclamos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y de otros organismos multilaterales. También se sacude de los reclamos colombianos para que revele detalles de los dineros guardados allí por nacionales de este país, con el ánimo de que paguen los impuestos que merecen. Como sea, hay que seguir insistiendo en una salida que garantice transparencia.
Aunque hubo un retraso de dos años en la terminación de las obras del canal y también sobrecostos, ya se pone al servicio con una inversión de 5.450 millones de dólares, que permitirán que se mejoren los ingresos para el Estado panameño, calculados hoy en casi 6 mil millones de dólares al año, que se espera aumenten de manera exponencial con el paso de los gigantes buques y la posibilidad de que lo hagan de manera más rápida, gracias al nuevo sistema de esclusas.
La Cámara Colombo Panameña ha advertido acerca de la necesidad de que Colombia avance pronto en un acuerdo bilateral con ese país, pues se han frustrado varios intentos de poner a marchar este acuerdo por discrepancias en materia que van desde la desconfianza, las acusaciones mutuas por señalamientos de competencia desleal y por el supuesto incumplimiento de decisiones ya saldadas por tribunales internacionales. El país debe aprovechar la cercanía con el canal para dinamizar sus productos.
Para bien o para mal, el canal de Panamá ha estado ligado a nuestra historia. La separación de ese territorio, que hasta principios del siglo pasado perteneció a nuestro país, lo tuvo como protagonista. Desde esa época el lugar se convirtió en un verdadero emblema del comercio internacional, al permitir el paso rápido de mercancías de todo tipo entre los océanos Atlántico y Pacífico, en un trayecto de 80 kilómetros, muchas de las cuales encuentran mercado legal e ilegal allí mismo. Por eso, aunque es vital lograr tratados comerciales binacionales, que involucren una lucha contra el contrabando, hay que cuidar que los productos insignia colombianos no resulten perjudicados.
La ampliación del canal también es positiva si se observa que esto podrá desincentivar el proyecto nicaragüense de hacer su propio canal, lo cual es utilizado como argumento nacionalista para tratar de arrebatarle a Colombia el Archipiélago de San Andrés. Es evidente que Panamá puede ser hoy un importante aliado en la defensa del patrimonio que tenemos en el Caribe.
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