El atentado terrorista en la mañana del pasado domingo en la Estación de Policía ubicada en inmediaciones de la Plaza de Toros La Santamaría de Bogotá deja muchos interrogantes que exigen pronta y certera respuesta de las autoridades distritales y nacionales. El total de afectados por la explosión del dispositivo cargado con metralla es de 30 personas, 26 de las cuales son policías. 20 tuvieron que ser remitidos a centros de salud y preocupa el estado de varios de ellos, que podrían inclusive perder los ojos.
Entre tuit y tuit nos fuimos enterando de las contradicciones en la información. Mientras el alcalde de la capital, Enrique Peñalosa, dio el nombre de un supuesto agente fallecido, el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, debió salir a rectificar y advertir que no había víctimas mortales. La prudencia en estos casos nunca sobra, pues el caos generado por atentados como estos obligan precisamente a que las autoridades actúen con cabeza fría y no que caigan en la tentación de tratar de brindar información que no se tiene clara, ni siquiera un día después de que ocurrió el hecho.
El año pasado se presentaron en Bogotá varios atentados con artefactos explosivos a sedes bancarias y EPS, pero se trataba de petardos de bajo o mediano poder, sin que buscara la muerte de personas, cosas que hacía rato que no ocurrían. De acuerdo con las autoridades, es un dispositivo que tuvo que ser preparado por personal entrenado, no es casero ni pudo ser hecho por desconocedores de estos asuntos. Esto les permitió descartar de primera mano que se tratara de un atentado ligado a las protestas antitaurinas de los últimos domingos en Bogotá, y que muchos temieron que fuera así. Ese sí sería el peor de los escenarios.
¿Habrá algo de confianza de las autoridades tras la concentración de las Farc en las zonas veredales? Esto es lo que no puede suceder. Si bien el actor armado más importante del país ha decidido tomar el camino de la paz, los enemigos del Estado siguen siendo en Colombia de diferente especie. La confianza lleva a que se ponga un aparato de estos, horas antes de que se concentren los policías en la zona en la que habitualmente se ubican y no haya controles cuando se comienza con el operativo. Por eso esperamos que las cámaras de seguridad y la información ciudadana permitan encontrar pronto y con certeza a los responsables, pues peor que estos actos, lo que siembra el miedo es pensar que se pueden repetir, ante la falta de acción y reacción de las autoridades.
Ojalá los agentes afectados recuperen pronto su salud, aunque ya se conoce que al menos uno quedará con secuelas permanentes. Para que el país salga definitivamente de la espiral de violencia que lo ha azotado por décadas tiene que superar también estos problemas, no solo del conflicto armado con las guerrillas, sino de otros actores interesados en generar temor y desestabilizar. Por eso toca que las autoridades estén atentas y resuelvan lo más pronto posible quiénes son los responsables de tamaño despropósito.
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