Comienza una jornada más de la Semana por la Paz, que la segunda semana de septiembre, desde hace 27 años, convoca la Iglesia Católica colombiana, a la que en esta oportunidad se han unido más de un centenar de empresas privadas, coordinadas desde la Andi, que quieren participar de manera más activa en la reflexión sobre lo que necesitamos para vivir en paz. No se trata de apoyar un proceso de paz, en mala hora usado como argumento electoral, sino de despertar la conciencia individual sobre lo que realmente necesitamos para que apacigüemos los espíritus y podamos convivir sin violencia.
Lo hemos dicho en varias oportunidades: de nada sirve firmar un documento entre guerrillas y Gobierno para cesación del conflicto armado si la sociedad mantiene su ánimo belicoso. Las altas cifras de riñas, de agresiones, de violencia en los estadios, de maltrato intrafamiliar, entre muchos otros desmanes, son prueba de que nuestra sociedad padece de un síndrome de violencia que no es atribuible única y exclusivamente a los actores de la guerra, sino que, por el contrario, tiene un componente muy alto de responsabilidad de cada colombiano.
Podrán seguramente alcanzarse unos objetivos de país con lo que está pasando en Cuba y mejor aún si se concreta un proceso con el Eln, pero eso no es la paz. Para lograr esta se requiere del compromiso individual de cambio, de respeto por el otro, de sus ideas y forma de vida; de respaldar las instituciones y creer en ellas, más allá de que nos puedan defraudar quienes las rigen; de trabajo colectivo, en equipo; y de un consenso para respetar los mínimos que necesita una sociedad para avanzar de manera firme hacia el desarrollo y el alcance de metas en conjunto.
Por eso el llamado que se hace en esta oportunidad no es para respaldar el proceso que se adelanta en La Habana, sino que se trata de buscar que cada ciudadano piense cuál es su contribución para lograr un país más tranquilo, en donde el miedo deje de hacer que tomemos muchas decisiones y que nos impulse a ellas más la esperanza y el creer en un futuro mejor como sociedad, y esto no depende solo de silenciar los fusiles.
Vamos a sorprendernos este mes con muchos gestos de paz. Personas y entidades que son vistas por la opinión pública como rivales entre sí, siendo capaces de ponerse en los zapatos del otro. Cómo nos hace de falta entender qué es lo que no comprendo de la posición de ese que piensa tan distinto a mí; buscar el diálogo con aquel cuyas ideas me parecen absurdas; encontrar los mínimos en los que coincidimos para empezar a construir conjuntamente.
Los símbolos son pieza fundamental para hacer pedagogía, por supuesto, pero también para construir una idea colectiva del deseo de cambio. Los que veremos durante estos días nos mostrarán que es posible convivir en las diferencias, sin imposiciones y con el respeto. Son mejores esos simbolismos que llevan al liderazgo colectivo y a cambios profundos en el pensamiento que pensar que va a llegar una figura salvadora que nos sacará de los problemas en que estemos, pues esto solo crea borregos e impiden la innovación.
Por eso nos parece de muy buen recibo esta propuesta que arranca en la Semana por la Paz y confiamos en que se aproveche para hacer una reflexión profunda sobre cómo quiere cada uno llegar al cambio, tema que ojalá también sea escuchado por las Farc, cuya arrogancia lleva al descreimiento en el proceso. Qué bueno que estos gestos empezaran desde allá, ese sería el mejor de los resultados. Que sean capaces de cambiar ¿Y usted, es capaz?
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