Sintonía entre gratuidad y calidad

e vienen haciendo importantes esfuerzos en Colombia, para lograr que la inversión de recursos cada vez más cuantiosos en la educación garantice la gratuidad para los estudiantes provenientes de los hogares con menores recursos económicos. Es una estrategia pensada con el propósito de ampliar la cobertura hasta convertirla en universal, de tal manera que los padres de familia no puedan usar el argumento de las dificultades económicas como disculpa para que sus hijos no asistan a las escuelas y colegios.

En el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018, además de la gratuidad, se considera que la equidad y la formación para la paz tienen que ser los pilares sobre los cuales se formen las nuevas generaciones. En este sentido, el establecimiento de las jornadas extendidas para que los niños y jóvenes estén más tiempo en los colegios, alejados de las malas influencias de la calle, también debe comprender tales pilares, por medio de servicios adicionales que deben ayudar a los alumnos a hacer un mejor aprovechamiento de las infraestructuras y demás apoyos en el aula.

Acertadamente se ha considerado que las jornadas extendidas tienen que venir acompañadas de alimentación para evitar que los estudiantes tengan que ir a almorzar a sus casas, así como de opciones formativas culturales, deportivas o cívicas que no solo los mantengan ocupados, sino que los conviertan en mejores ciudadanos, personas más útiles para la sociedad. Gradualmente se ha avanzado en esta materia, y entre los objetivos del gobierno está que en una década todo el sistema funcione bajo estas premisas, de tal manera que en el 2025 Colombia sea el país con mejor educación en América Latina.

Sin embargo, para que eso ocurra la gratuidad debe funcionar sin fallas. Además de matrículas gratis, se tiene que contar con los servicios gratuitos de transporte a tiempo, lo mismo que con la cumplida entrega de los kit escolares y el suministro de los desayunos y almuerzos a los niños y jóvenes desde el primer día de clases. Tampoco puede admitirse el retraso en el cubrimiento de plazas docentes, ni que haya desequilibrios entre la educación que se recibe en las áreas urbanas y la de los sectores rurales. Tampoco es aceptable que pasen los años sin que se resuelvan los concursos docentes, por mera negligencia de algunos funcionarios.

Hay bastantes ajustes por hacer, para lograr los propósitos que tanto se pregonan. En ese sentido, no debe desecharse la ayuda que puedan prestar los padres de familia y los estudiantes para aportar positivamente a sus colegios, sin negarles la posibilidad de entregar recursos voluntarios en dinero o en especie, con el ánimo de mejorar las instituciones. Esa posición de evitar a toda costa tales contribuciones es equivocada; por el contrario, debería incentivarse como una forma de luchar contra el paternalismo de Estado, lograr mejoras específicas en las instituciones, fortalecer la pedagogía de la participación y tener una incidencia directa en la calidad educativa. Además, por ese camino es posible hacer más competitivos los colegios oficiales frente a los privados, donde de hecho esos aportes libres de los estudiantes son frecuentes.

Resulta fundamental que la gratuidad trascienda el objetivo de ampliar cobertura, y se sintonice con la búsqueda de una mejor calidad, con profesores mejor formados y más comprometidos. Para eso, además de evitar las demoras en los diferentes servicios para los estudiantes y en los salarios de los profesores, hay que llenar de contenido cada paso que se dé en las aulas, apuntando a que cada vez sea una experiencia más placentera para los alumnos, más innovadora, y al mismo tiempo que se fortalezcan sus responsabilidades, con base en el ejemplo y en el orden desde instancias superiores. Es tal la trascendencia de la educación en la construcción del futuro, que se debe cuidar cada detalle para garantizar los mejores resultados.