a educación sexual de nuestros jóvenes no es la mejor. Así lo evidencia el sondeo que efectuó LA PATRIA con 130 jóvenes de colegios de 13 municipios de Caldas, en el cual queda claro que se tienen vacíos que muchas veces los llevan a convertirse en madres y padres desde muy jóvenes o a adquirir enfermedades de transmisión sexual que ponen en riesgo su salud reproductiva futura. Además, en un alto porcentaje (28,4%) se dejan ganar por las emociones, actúan confiados, y en la primera cita tienen relaciones sexuales, y muchas veces sin protección.
En gran parte de los casos de adolescentes embarazadas, las jóvenes tienen en teoría un conocimiento suficiente acerca de las consecuencias de tener relaciones sexuales sin uso de anticonceptivos, pero en el momento de los hechos es como si no lo supieran. Hay, evidentemente, vacíos en la formación que llevan a que se actúe de esa manera y que se pongan en riesgo el futuro y los proyectos personales de vida por solo experimentar sin medir consecuencias o sin tomar precauciones básicas.
El Ministerio de Educación Nacional exige que en el Proyecto Educativo Institucional (PEI) se incluya de manera transversal a todas las asignaturas la educación sexual, por lo que no se le debe relegar a un segundo plano. En esto, sin embargo, además de lo que lo que los muchachos puedan aprender en el colegio acerca de la sexualidad, que generalmente es solo una lista de métodos anticonceptivos, enfermedades de transmisión sexual y recomendaciones de comportamiento, es fundamental que en los hogares se hable sin inhibiciones sobre lo que implican las relaciones sexuales, los valores inherentes a ellas y la importancia del autocuidado en todos los sentidos para que el goce de la sexualidad no se convierta en un obstáculo de desarrollo y, en fin, en un dolor de cabeza.
De hecho, lo fundamental es que en estos temas los padres de familia tomen el toro por los cuernos y lo dirijan con seriedad, con apertura y sin tabúes. Se trata de generar confianza a sus hijos para que puedan resolver dudas en el hogar, pues de lo contrario los jóvenes buscarán esa información en los amigos y conocidos que, generalmente, no son los mejores consejeros. El silencio o la malicia en estos asuntos son los que llevan a que los adolescentes se equivoquen en las decisiones frente a la sexualidad, la cual hay que dejar que fluya sin tapujos, pero con responsabilidad y consciencia de las consecuencias.
Hay que ser conscientes de que a los jóvenes les llega hoy mucha información por toda clase de medios, como la televisión, el cine y las redes sociales, por ejemplo, que puede ser malinterpretada por ellos, y caer en el error de ver la sexualidad como algo banal, que solo se traduce en emociones, sin mirar el fondo real del asunto. Hay que ayudarlos, por eso, a profundizar en los conocimientos, no solo en la forma sino en el fondo, para que cualquier acto suyo al respecto esté acompañado de una gran responsabilidad y autoconciencia, sin tratar de obligarlos a actuar de determinada manera amparados solo en moralismos.
Una sociedad que crezca sana en educación sexual también podrá tener mentes más abiertas al crecimiento individual y colectivo. Por eso, los gobiernos deben ayudar a que en colegios y hogares se trabaje a fondo en esta materia, pues lo que de allí salga será en beneficio de todos.
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