El pasado lunes en la noche cerca de 100 millones de personas en todo el mundo observaron en directo el primero de tres debates entre los candidatos a la Presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton y Donald Trump, en lo que corresponde al comienzo de la recta final de la carrera hacia la Casa Blanca, cuyo ganador se sabrá el próximo martes 8 de noviembre. Este primer encuentro se caracterizó por la innegable experiencia política de la aspirante demócrata y la esperable actitud sobrada y beligerante del republicano.
En 90 minutos la discusión giró alrededor de la situación del Oriente Medio, del problema racial en los Estados Unidos, de los impuestos, de las relaciones con Rusia y de la economía nacional, entre otros, y mientras Trump se tuvo que dedicar a defenderse de sus propias afirmaciones hechas en el pasado, las cuales han despertado polémica con respecto a esos temas, a la candidata demócrata se le notó más segura en el momento de sortear los ataques de su contendor, y podría decirse que ganó este primer round, realizado en la Universidad Hofstra en Nueva York.
No obstante, gran parte de las encuestas dieron empate a los dos aspirantes, e incluso hubo algunas que le dieron ventaja a Trump, lo que evidencia que hay una buena parte del electorado que ya decidió, sin importar que a su candidato le vaya muy mal en los debates, y así se evidencie que ha mentido como en lo del lugar de nacimiento del presidente Barack Obama. Quienes ya están jugados por el magnate inmobiliario parece que no cambiarán de opinión, aunque se siga refiriendo peyorativamente en contra de las comunidades negras e hispanas, y de las mujeres, o precisamente por ello.
Para los dos próximos encuentros, Clinton además de salir con la actitud segura del pasado debate tendrá que ir con propuestas concretas y realistas para los ciudadanos, en lo que Trump también tiene un inmenso vacío. Esa será la manera más segura de lograr que las encuestas terminen yéndose a favor de la demócrata y ganando la ventaja que requiere cuando esté más cerca de las votaciones. Además de los asuntos del terrorismo y la guerra, del clima y la economía, también deberá aterrizar discursos puntuales en lo relativo a la inmigración y las cuestiones raciales, la educación y la seguridad pública. La exsecretaria de Estado tiene una oportunidad importante de conquistar el voto femenino, frente a un candidato que ha tratado a las mujeres con grosería.
Desde la perspectiva de América Latina, sin ser Clinton la mandataria óptima para el aliado del norte, una eventual victoria de Trump sería catastrófica no solo para nuestros países latinoamericanos, sino para el mundo entero. En lo que tiene que ver con nosotros, en una eventual presidencia del republicano el trabajo para los hispanos en ese país se pondría muy difícil, para solo hablar de las consecuencias para el empleo. El candidato ha demostrado que no tiene la prudencia y la sabiduría que se le debe exigir al presidente de los Estados Unidos, el país más poderoso del planeta, y que su presencia en la Casa Blanca significaría un peligro permanente para la humanidad.
Desde luego que deja mucho qué pensar que Trump no difunda sus declaraciones de impuestos, y que condicione la posibilidad de hacerlo a que Clinton publique los 33 mil correos que supuestamente fueron borrados de su cuenta personal, algo en lo que el espionaje ruso habría tenido que ver. También suena demasiado bajo y agresivo que el magnate afirme que la candidata demócrata no tiene la resistencia física para ser presidenta, lo que debería descalificarlo completamente para llegar a la Casa Blanca.
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