El Ejército de Liberación Nacional (Eln) ha desperdiciado varias ocasiones en las que el Estado los ha invitado a buscar una salida negociada del conflicto, incluso también durante los gobiernos del expresidente Álvaro Uribe Vélez, cuando hubo aproximaciones en Cuba pero no se lograron concretar. Durante la administración de Juan Manuel Santos también se ha avanzado en la búsqueda de acercamiento, e incluso a comienzos de este año hubo la oportunidad de lanzar oficialmente los diálogos públicos, luego de anunciar que ya está lista la agenda sobre la cual se va a conversar.
Es más, lo más conveniente para el país hubiera sido que aprovechando las conversaciones con las Farc y el resultado de las mismas, los elenos se hubiesen subido a ese bus, ya que así se le habría puesto punto final de manera simultánea a los dos conflictos armados con grupos insurgentes que hay en Colombia, y solo quedaría pendiente la lucha contra las bandas criminales, que en cierta medida son reducto de los antiguos paramilitares y que pretenderán ahora quedarse con todo el negocio ilícito del narcotráfico, además de persistir en la minería ilegal, el contrabando y otras actividades irregulares.
Ahora bien, ya está claro que al no haber aprovechado el momento para comenzar los diálogos, y al estar ya las Farc en la senda de convertirse en movimiento o partido político, el tiempo se le agota al Eln para salir dignamente de un conflicto que ha dejado durante varias décadas una estela de violencia que debe terminar cuanto antes. Si no se observa voluntad de paz, si no se ve que esta vez sus intenciones para dejar las armas van en serio, si no concretan en hechos lo que vienen expresando de palabra, no le quedará más camino al Estado colombiano que perseguir a esa organización con toda su fuerza.
Es justo reconocer que al haber declarado un cese unilateral de las acciones militares hasta el 5 de octubre para facilitar la participación de los colombianos en el plebiscito del próximo domingo, el Eln está dando muestras de querer la paz, pero lo mínimo para poder continuar con la tarea de acercamiento y pasar a la fase pública es que liberen a todos los secuestrados, como se les ha venido exigiendo desde hace tiempo. Mientras tengan gente inocente en su poder, como una forma de financiamiento, no será posible tenderles la mano. No es suficiente con que digan que están listos para retomar lo acordado el pasado 30 de marzo, lo que se necesitan con hechos de paz.
Si el próximo domingo vence el Sí en el plebiscito les quedarán contados los días a los elenos para echar a andar el proceso por la misma senda que las de las Farc. Podría tomarse como un hecho que lo ya refrendado por los colombianos podría aplicarse automáticamente a los miembros de la otra guerrilla, y serían menos complejos los puntos a discutir para terminar con acuerdos, en un tiempo menor al que se requirió en las conversaciones de La Habana (Cuba). Si Colombia logra dar ese paso estaríamos ante la desactivación de otro gran factor que ha generado múltiples problemas a los colombianos.
El país cruza por una coyuntura en la que podría consolidarse una democracia más fuerte y sólida. Si en un tiempo prudencial es posible que los elenos también abandonen la lucha armada y se conviertan en una opción política que reconozca las reglas constitucionales, en el futuro podrán tenerse debates políticos más intensos, pero con la certeza de que nadie pretenderá aspirar a tomarse el poder por la fuerza. Son pasos complicados los que está dando Colombia, pero son pasos necesarios hacia un país que pretenda consolidar su Estado de Derecho.
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