o me voy, estoy llegando…". Así se despidió el pasado viernes de su pueblo José Mujica, quien hoy le entrega la Presidencia de Uruguay a Tabaré Vásquez, a quien le había recibido en el 2010. "…me iré con el último aliento y donde esté estaré para ti", complementó el mandatario durante la tradicional ceremonia en la que recibió el Pabellón Nacional en la Plaza de la Independencia, en Montevideo, rodeado por una multitud que lo aplaudió emocionada y agradecida por haberle dado un destacado lugar a Uruguay en el mundo durante su mandato.
Independientemente de que se pueda estar o no de acuerdo con sus planteamientos, Mujica se caracterizó durante su gobierno por ser un hombre coherente en sus principios y sus actuaciones, un adalid que respiraba autenticidad en cada una de sus acciones, razón por la cual se invistió de tal autoridad para hablar acerca de la moral política, que sus frases llenas de sinceridad fueron celebradas en todo el orbe. Deja el poder un carismático líder que seguirá en la memoria, no solo de los uruguayos, sino del mundo entero, como un hombre de vanguardia que ayudó a reflexionar sobre los temas profundos de la humanidad.
Como senador, cargo que ocupará apenas entregue hoy la Presidencia, seguramente seguirá siendo un personaje visible, porque ya lo anunció en su discurso de despedida, ante el pueblo uruguayo: "Si tuviera dos vidas las gastaría enteras para ayudar en tus luchas, porque es la forma más grandiosa de honrar la vida que he podido encontrar en mis casi 80 años". Ojalá permanezca por mucho tiempo su enorme lucidez y su frescura de lenguaje para poner a pensar a todo el mundo. Su condición de hombre distinto y original tiene aún mucho para aportar.
Pese a haber sido guerrillero en las décadas del 60 y 70 tuvo la sabiduría de retirarse a tiempo y convivir con paz e inteligencia con quienes fueron el blanco de sus ataques en esas épocas, y una vez en el poder entabló una relación de respeto y pragmatismo con empresarios y líderes del sector privado uruguayo, con el único objetivo de hacer de ese país un lugar mejor, y lo logró. Basado en reglas claras y respeto se convirtió en un verdadero mandatario de lujo. Hoy son innegables los adelantos de Uruguay en materia educativa, de salud, económica, de infraestructura… se va dejando un país próspero.
Sus acciones son cátedra para esa izquierda latinoamericana que aún pretende mantenerse en las cavernas, y que no entiende las nuevas dinámicas del mundo. Si hoy las guerrillas y los gobiernos del área que persisten en su lucha estéril con principios trasnochados tomaran en cuenta el ejemplo de Mujica, no perderían más tiempo para insertarse en un sistema democrático en el que puedan participar de la política en igualdad de condiciones y con el compromiso ético de ejercer un mutuo respeto frente a sus adversarios. Para el actual proceso de paz que se desarrolla en Colombia, él puede ser un gran faro que ayude a desenredar los caprichos de quienes amenazan con perpetuarse en las armas.
Desde su curul en representación del Movimiento de Participación Popular, fracción del Frente Amplio que también respaldó a Vásquez, Mujica seguirá siendo un referente para el mundo de la política, tanto interna como hacia el exterior. Su valentía para superar los odios y convertirlos en una fuerza arrolladora positiva, lograron poner hoy a Uruguay en un lugar de liderazgo en la región que el nuevo presidente tiene el desafío de mantener y hacer más fuerte. Esperamos que ese país demuestre que por esa senda del capitalismo social puede construirse un futuro mejor no solo para ellos, sino para el mundo entero.
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