El civismo fue la fuente de energía que hizo crecer a Manizales durante todo el siglo XX. Gracias a que los manizaleños lograron unirse, por ejemplo, para la reconstrucción de la ciudad después de los incendios de 1925 y 1926, se levantó sobre la montaña una ciudad próspera que se convirtió en ejemplo para toda Colombia. No obstante, esa fuerza cívica que encarnaron nuestros abuelos y bisabuelos se ha ido diluyendo, y las nuevas generaciones de líderes se han quedado cortas ante los desafíos que plantea el futuro.
Buscando que se diera ese renacer del civismo, a finales del siglo pasado un grupo de dirigentes se empeñó en crear una organización que, blindada ante los avatares de la política y enfocada en atacar la corrupción sin importar a quienes tocara señalar, también promoviera los valores que una sociedad sana y en crecimiento debe poseer. Con ese espíritu surgió la Corporación Cívica de Caldas (CCC), que se impuso como ejemplo para otras similares en distintas zonas de Colombia.
Hoy, infortunadamente, la CCC afronta una crisis, al punto de que miembros de la junta manifiestan con dolor que hay allí un estancamiento, y que no se ve en el panorama un norte que la pueda sacar de esa lamentable situación. Es decir, le ha faltado gerencia, le ha faltado gestión y también le ha faltado objetividad en algún momento, razón por la cual ha ido perdiendo credibilidad y la ilusión de recuperar el civismo de los antepasados se hace cada vez más difícil de alcanzar.
Es paradójico que esto ocurra justamente cuando más se necesita que un organismo que esté más allá del bien y del mal pueda analizar lo que ocurre en las administraciones públicas de Caldas y Manizales y, en general, en todos los hechos ciudadanos, para ayudar a impulsar a esta región hacia el desarrollo. Si bien ha sido blanco de ataques a veces desproporcionados, también debe admitirse que algunas cosas podrían hacerse mejor.
Hay que aprovechar la actual coyuntura, en la que también se da la salida de su gerente, para que no solo los actuales miembros de la CCC, sino la ciudad entera reflexione acerca de la necesidad de que esa organización vuelva por sus cauces iniciales y se reafirme el respeto y la admiración con las que nació. Es urgente que haya muchas y más caras nuevas en su seno, que esa renovación garantice que se mantenga la imparcialidad política, sindéresis y rigor en las investigaciones que realiza.
Se hace necesario establecer un sólido plan estratégico, con un foco muy claro y concreto, el cual lleve a la CCC a volver a ser un faro para nuestra ciudad. Es fundamental que retome su vocación investigativa, para que el cuidado del erario sea prioridad de nuevo. Si esa corporación llegó a ser considerada uno de los más grandes activos éticos de Manizales y Caldas, tenemos el deber de hacer todo lo posible para que pueda recobrar su liderazgo y respetabilidad.
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