Antes de que se produzca un estallido peor, que podría acabar por completo con la poca democracia que se tiene hoy en Venezuela, la Organización de Estados Americanos (OEA) decidió activar ayer la Carta Democrática Interamericana, un mecanismo que permite tomar algunas acciones en procura de salvaguardar el funcionamiento equilibrado de los tres poderes públicos en ese país, donde la actitud del presidente Nicolás Maduro es cada vez más irrespetuosa de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos, y con una estrategia del miedo pretende controlarlo todo, sin importarle la crisis humanitaria que afrontan millones de venezolanos.
Dichas acciones de la OEA significan que se genere un consejo permanente para analizar lo que ocurre en el vecino país, y que podría llegar a que Venezuela sea suspendido del organismo multilateral. Es un hecho que el orden constitucional se ha ido rompiendo allí, y como consecuencia de ello la democracia se encuentra amenazada en forma grave. El consejo permanente, del que hacen parte los 34 países miembros, sesionará entre el 10 y el 20 de junio próximos, con el objetivo de estudiar el informe de 132 páginas presentado por el secretario general del organismo, Luis Almagro, y ver si hay posibilidades de impulsar cambios inmediatos en las instituciones democráticas venezolanas.
Es acertada la reacción de Almagro, ya que en un caso como el que ocurre hoy en Venezuela deben tenerse posiciones sólidas y unitarias en el continente, como una forma de blindar a todos los demás miembros frente a los riesgos de que se rompa la democracia en la zona. Hay que observar el panorama completo y trabajar para hallar salidas prontas y definitivas a un problema que se ha ido escalando de manera cada vez más peligrosa. Se requiere mucha sabiduría para acertar en los remedios que sea necesario aplicar, para los cuales además de prudencia es vital la efectividad.
Con la Carta Democrática, creada en el 2001, se camina por primera vez por un asunto tan espinoso y se pone a prueba la fortaleza de un organismo multilateral que en el pasado ha sido cuestionado en cuanto a su eficacia. Hay que recordar que este mecanismo fue creado para defender la democracia en el continente y garantizar que ningún país miembro vuelva a caer en los avatares de dictaduras y regímenes autoritarios que tanto ensombrecieron la historia de la región durante el siglo XX. Sin duda, la democracia es vital para mantener la estabilidad, la paz y un desarrollo armónico en la región, y por eso cualquier factor que atente contra ello debe analizarse y tomar posiciones en bloque.
La respuesta de Maduro ha sido la esperada, oponiéndose a cualquier acción que no cuente con su consentimiento, lo que puede significar algunos escollos para las soluciones. Sus llamados a los chavistas para que se levanten a protestar ante las determinaciones de la OEA solo enturbian más la situación y genera mayores temores acerca de la magnitud del estallido que podría darse en Venezuela si se impone la terquedad del Ejecutivo frente a los procesos democráticos que emprenden los opositores al régimen, ante una realidad que se hace cada vez más insostenible.
Colombia, que ha manejado prudencia frente a este asunto, debe mantenerse en esa misma línea, siempre pensando que lo fundamental es la defensa de la democracia en el continente, y que esta vez es clave llegar a posiciones de consenso en la OEA que les muestren a los venezolanos que ese país no puede ir en contravía del querer del continente. Maduro debe entender que varios de sus supuestos aliados ya no están y que su rebeldía solo podría significar mayores problemas para su país. Bajo los principios de no intervención, toda América debe ahora demostrar que es capaz de conjurar las amenazas a la democracia.
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