as tensiones internas en la Federación Nacional de Cafeteros deben llegar a su fin, y para ello es necesario que el gerente, Luis Genaro Muñoz Ortega, dé un paso al costado. Si cinco comités departamentales, que representan cerca del 53% de la producción del grano en Colombia (y el 70% de la comercialización) están clamando para que el dirigente renuncie, hay que escuchar esas voces. No es admisible que Muñoz Ortega se atornille a ese cargo de manera egoísta, cuando es el momento de tener grandeza y pensar en un mejor futuro para el gremio.
En carta enviada por los comités de Antioquia, Cundinamarca, Huila, Risaralda y Caldas a los comités Directivo y Nacional se pide que no se le dé más largas a un clamor que viene desde hace meses, y que cada vez hace más evidente que el actual gerente ya perdió la gobernabilidad que lo hacía legítimo. Hoy, lamentablemente, es un obstáculo para el entendimiento y su presencia lo único que hace es generar polarizaciones que le pueden hacer mucho daño al sector. Es el momento de tomar un nuevo aire y oxigenarse, antes de que se desate un colapso del cual será muy difícil levantarse.
Ya incluso se ha comenzado a vislumbrar la posibilidad de una disidencia, lo cual debe evitarse a toda costa, no solo porque el ideal supremo debe ser tener un gremio unido y fuerte, sino porque eso implicaría generar nuevos problemas a la caficultura, que ya tiene el inmenso desafío de mejorar su productividad y competitividad, en medio de un mercado inestable que por momentos ofrece un panorama promisorio, pero que al poco tiempo se enfrenta a escenarios oscurecidos que deben ser sorteados bajo un liderazgo claro, alejado de cualquier interés individual que solo le cause perjuicios al gremio.
La gestión del gerente viene siendo cuestionada desde hace tiempo, y si la actividad cafetera ha logrado mejores resultados en los meses recientes ha sido más por las coyunturas del mercado, por la escasez del grano en Brasil y Centroamérica, y por la simple continuidad de la política de renovación de cafetales emprendida desde finales de la década pasada, que por un liderazgo claro que apunte hacia los asuntos fundamentales del sector que aún están por resolver, y que de no afrontarse con total seriedad podría llevar a los cafeteros a otra profunda crisis de la que sería difícil salir.
Deben empezar a aparecer nombres de candidatos para suceder a Muñoz Ortega, y que de esa manera se comiencen a decantar las propuestas que lleven a recuperar el liderazgo y la gobernabilidad en la Federación Nacional de Cafeteros, gremio que ha sido ejemplo de coherencia y carácter durante su historia, pero que ahora está al vaivén de los caprichos y del desorden interno. Si el actual gerente decide facilitar una transición, saldría con la frente en alto y con la posibilidad de seguir influyendo de alguna manera en las decisiones, pero si se mantiene inflexible solo va a lograr la desarticulación del gremio y la hecatombe del sector.
Es urgente que desde los cafeteros más pequeños hasta los más grandes se vean representados realmente en la cabeza de la Federación, pues de otra manera no habrá más salida que el rompimiento, lo que traería graves consecuencias. El Gobierno Nacional no puede quedarse solo observando lo que pasa, sino que es el momento de que interprete adecuadamente los deseos de las mayorías en el gremio, y ayude a que se dé una transición tranquila que sea beneficiosa para el país. No puede olvidarse el importante peso que el café tiene para la economía colombiana.
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