Se conmemoró ayer en Colombia el Día nacional de la memoria y solidaridad con las víctimas del conflicto armado, para lo cual se realizaron toda clase de actos que hicieron hincapié en la necesidad de ejercer una protección real de quienes han sufrido tanto por causa del conflicto armado que vive el país desde hace varias décadas. Esta fecha, que fue recientemente establecida para rendir homenaje a esos hombres y mujeres que han padecido el rigor de la guerra, tiene que servirnos para pensar en la urgencia de salir de la barbarie y nunca más repetir tan oscuros episodios.
Nuestro país, infortunadamente, ha sido epicentro de toda clase de acciones violentas y de terror que atentan contra la dignidad humana, tales como los asesinatos, el desplazamiento forzado, el reclutamiento de menores, el secuestro, el uso de minas antipersonales, las extorsiones, las amenazas y hasta el abuso sexual, entre otros. Por esta razón, es necesario que, por primera vez en la historia, se les dé a las víctimas el trato que merecen, de tal manera que se comiencen a cerrar heridas y a dejar atrás los odios y rencores que han perpetuado la violencia.
Lo más triste es que este parece ser un remolino que no cesa. Ayer mismo fue asesinado en Turbo (Antioquia) el reclamante de tierras Adán Quinto, quien fue desplazado del municipio de Río Sucio (Chocó) en 1997. El esquema de seguridad que le brindó el Gobierno no fue suficiente para proteger su vida. Las víctimas del conflicto, y especialmente sus líderes, siguen estando muy expuestos a recibir ataques, incluso la muerte, pues hay poderes oscuros que no están dispuestos a devolver las tierras o reparar en forma suficiente a quienes fueron despojados.
Es verdad que el Estado no tiene la capacidad para atender al mismo tiempo a cerca de 6 millones de víctimas que se han registrado en busca de reparaciones, como lo afirma el presidente Juan Manuel Santos, pero también es verdad que cada vez es mayor el desespero de quienes siguen siendo agredidos por actores armados que no están dispuestos a ceder. Es justo reconocer que el actual Gobierno ha sido el único con voluntad de ayudar a que todas esas familias afectadas reciban algún tipo de indemnización, pero da la impresión de que se avanza muy lentamente en la implementación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras.
Hasta el momento, de acuerdo con cifras oficiales, han sido reparadas en el país unas 350 mil víctimas del conflicto, a las que se les han entregado cerca de $2,2 billones. Sin embargo, tal logro no es perceptible y más bien se observa que los procesos de restitución de tierras afrontan toda clase de obstáculos que no los dejan avanzar. Es urgente que se ejecuten todos los ajustes legales e institucionales necesarios que lleven a que se recupere la confianza en esa norma, la cual ha sido elogiada en todo el mundo.
La sociedad colombiana debe entender que las víctimas deben ser puestas en primer plano, si realmente se quiere tener en el futuro un país en paz. Eso debe entenderlo muy bien la guerrilla de las Farc que actualmente dialoga con delegados del Gobierno en La Habana (Cuba). Esa agrupación subversiva no solo tiene que aceptar que sus acciones han causado víctimas, sino que está obligada a pedirles perdón y repararlas en una forma justa y digna. Si la Ley de Justicia y Paz que se aplicó con los paramilitares fracasó en ese aspecto, esta vez no será admisible que las víctimas del conflicto vuelvan a tener un trato de tercera.
Lo más triste es que mientras avanzan las conversaciones de paz, el conflicto sigue generando víctimas. De acuerdo con la Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas, entre noviembre del 2012 y diciembre del 2013 fueron desplazadas en Colombia cerca de 10 mil personas cada mes. Así mismo, el Programa de Acción Integral contra Minas Antipersonal reportó que en igual periodo 28 personas fueron víctimas de esos artefactos explosivos cada mes. Estas cifras de miedo tienen que llevarnos a comprender que el país necesita la paz con urgencia, y que se requiere acabar con las cadenas de odios que solo generan más y más violencia.heridas y a dejar atrás los odios y rencores que han perpetuado la violencia.
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