Esta semana en Manizales ocurrieron dos hechos de importancia cívica que vale la pena resaltar, y en los cuales la sociedad debe trabajar para que trasciendan más allá de su presentación como campaña o como reconocimiento. Por un lado la campaña Dele la mano a la ciudad es una invitación a que todos los ciudadanos, desde los distintos roles, aportemos los mejores comportamientos, siempre en búsqueda del bien común. Por el otro, está el nuevo Premio Cívico por una Ciudad Mejor, con el que se pretende exaltar a los ciudadanos que más se destaquen por sus acciones en favor de su entorno natural y social.
Ambas iniciativas tienen que ser vistas como motores de la sociedad, para una cada vez mejor convivencia en medio de valores fortalecidos en torno al respeto y la solidaridad. Además del compromiso de los motociclistas, de los peatones, de los conductores del servicio público y de quienes conducen vehículos particulares, todos los ciudadanos tendríamos que ver el orden en las vías, en los paraderos, en las cebras como una práctica estimulante para la construcción de una mejor ciudad, un nuevo y gran motivo de orgullo. No debe ser solo un asunto relacionado con el tránsito.
Las siluetas de esas manos abiertas con la leyenda Dele la mano a la ciudad, más que una invitación a actuar como debemos comportarnos siempre para nuestro propio bienestar y el de los demás, nos debería llevar a ser más creativos en las formas de aportarle al medio social en el que habitamos, con lo que también podríamos lograr una sociedad más feliz y con ansias de un mayor desarrollo. Esta campaña es, sin duda, un paso certero hacia la construcción de una cultura ciudadana en la cual la colaboración y el buen vivir sean bandera permanente.
El Premio Cívico por una Ciudad Mejor también debe concebirse como una sana competencia de buenas prácticas en todos los sentidos. Que los ciudadanos y las organizaciones sociales renueven sus ideas y programas de intervención en las comunidades, siempre con un ánimo altruista y con el propósito de generar un gran impacto. Con los incentivos que se ofrecen será posible no solo hacer más visibles estas iniciativas, sino fortalecerlas, permitir que logren un mayor alcance y sean ejemplo para toda la sociedad. El hecho de que ya otras ciudades tengan este premio hará que los ganadores de Manizales puedan tener un eco nacional.
El campo del civismo y del emprendimiento social tiene enormes perspectivas de crecimiento que deben ser aprovechadas con una alta dosis de creatividad. La innovación en estas materias puede lograr resultados de bienestar social que estimule a las comunidades a la emulación. En esto bien vale la pena que las organizaciones no se queden trabajando solas en lo que consideran sus campos de acción, sino que busque la cooperación de otros sectores, con el fin de lograr mayores impactos positivos.
Los manizaleños debemos ser persistentes en esta actitud de mantener despierto el espíritu cívico, con el permanente ánimo de juntar voluntades y esfuerzos en la búsqueda de los principales objetivos de la ciudad. Solo en la medida en que seamos capaces de trabajar en equipo podremos salir adelante, pues está demostrado que las iniciativas solitarias y egoístas mueren fácilmente en el camino, mientras que las que toman más fuerza son las que apuntan a la participación activa de la gente.
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