Cuando Colombia comenzaba a ser motivo de noticias positivas, no solo por el deporte y la cultura sino también por las mejoras en seguridad que ha tenido en los años recientes y por el buen comportamiento de la economía, el nombre de nuestro país vuelve a ser señalado por asuntos negativos, específicamente porque volvimos a ser el principal productor de coca en el mundo, según The Washington Post, dejando atrás a Perú y Bolivia que desde hace varios años ocupaban la delantera. De hecho, se afirma en reportaje de ese diario que en el 2014 se plantó un 44% más de lo que se cultivó en el 2013.
Lo más preocupante es que, de acuerdo con fuentes norteamericanas citadas por dicho periódico, en el 2015 la cifra sería aún más alta, lo que nos pone en la mira del mundo, de nuevo, como el gran productor del alcaloide. Se afirma en ese informe que una de las razones de ese crecimiento en las plantaciones es la suspensión de la erradicación de cultivos con el uso del glifosato por vía aérea, pero también agrega que las Farc han aprovechado los diálogos de paz para expandir sus actividades de siembra y promoverla entre los campesinos, en la búsqueda de beneficios futuros.
Desde luego que una publicación de este tipo hace que los focos apunten hacia la política antidrogas ejecutada por el gobierno colombiano con el apoyo de los Estados Unidos, lo que podría llevar a que tales programas se vean perjudicados y que se le comience a exigir a nuestro país mayores resultados, pero con menos recursos. Ahora bien, el mundo ha ido tomando consciencia acerca de lo infructuoso que ha resultado el actual modelo de lucha contra el tráfico de drogas, y que lo más sensato sería reglamentar su producción y comercialización para acabar con las ganancias desmedidas que obtienen los carteles, los cuales para defender sus negocios no ahorran actos de violencia.
De todos modos, mientras que se avanza en la búsqueda de nuevas soluciones que obedezcan a un cambio de estrategia profundo, es necesario que el Gobierno fortalezca su ofensiva contra el cultivo de estas plantas y que no haya lugar a que se siga señalando a Colombia como el principal país cocalero. También es cierto que nuestro país necesita avanzar hacia una coherente política de sustitución de cultivos, para que los campesinos hallen mejores formas de ganarse la vida, y para ello se requieren apoyos concretos no solo de los Estados Unidos, sino también de toda la comunidad internacional.
Ahora bien, tomando en cuenta las conclusiones de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (Efsa), que esta semana juzgó como "improbable" que el glifosato sea cancerígeno para el ser humano, en abierta contradicción con la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que sí es muy probable es que vuelvan las presiones para que en Colombia se reactive el uso de la aspersión aérea de ese compuesto químico para erradicar los cultivos ilícitos. El Gobierno Nacional se verá en la disyuntiva de dar mejores resultados en el control de la coca o en la protección de la salud de los campesinos.
Estamos ante un panorama complejo que necesita la rápida toma de decisiones, que nos quiten ese oscuro liderazgo y que nos vuelva a poner en los medios internacionales como un país que da ejemplo a la humanidad. La firma del acuerdo final con las Farc, el arranque de las negociaciones con el Eln y la persecución de las bandas criminales tienen que llevar a que se acaben en Colombia los cultivos ilícitos y se le dé un potente golpe a los carteles de la droga. En eso no puede haber pausa.
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