Desde el pasado primero de diciembre comenzaron en Perú los eventos de la XX Conferencia anual de la ONU sobre el clima, con el propósito de lograr un acuerdo mundial para hacerle frente al Cambio Climático. Este año se tiene la esperanza de que se acabe con la frustración que se ha ido acrecentando después del fracaso de Copenhague 2009, en vista de que en la Cumbre de París del próximo año deberá decidirse sobre un acuerdo que sucederá al anticuado Protocolo de Kioto, en la búsqueda de que las emisiones de gases de invernadero sean reducidas y que la temperatura global no se incremente más allá de dos grados centígrados.
La importancia de la reunión que se realiza en Lima, en la que el presidente Juan Manuel Santos hizo ayer su intervención, es que los países comenzaron a pulir sus propuestas para reducir al máximo las emisiones de CO2. Ya la Unión Europea hizo públicas sus metas y los Estados Unidos y China se han mostrado dispuestos a seguir por la misma senda. Lo claro, hasta el momento, es que hasta marzo del 2015 todos los países del mundo tienen plazo para presentar sus objetivos en este sentido. A partir del 2020 el acuerdo sería obligatorio para los firmantes.
Es muy buen síntoma que las grandes potencias se estén mostrando a favor del propósito común de luchar contra las causas del Cambio Climático, pues fueron los países industrializados los que comenzaron los procesos contaminantes que hoy nos tienen en alerta. Ahora bien, los países emergentes y las naciones pobres también deben hacer lo propio, desde luego con la ayuda de mecanismos como el Fondo Verde, que esté destinado específicamente a esta tarea.
Para Colombia este asunto debe ser prioritario, tomando en cuenta la rica reserva de biodiversidad y miles de fuentes de agua que hoy nos sirven para el consumo humano, para el riego de cultivos, para alimentar animales y para mantener el verde de los bosques vírgenes que aún disfrutamos. Al tener tanta riqueza también hay mucho en riesgo, y por nuestra ubicación en plena zona ecuatorial un aumento en las temperaturas generaría un gran impacto negativo que es necesario evitar.
Mañana, cuando finalice esta importante reunión, deben quedar trazados compromisos muy claros para ser refrendados en diciembre del 2015, en París. Sobre la mesa estará un borrador del acuerdo global que deberá sentar las bases del futuro compromiso de 195 países. Hay un ambiente de optimismo que no se tenía en el pasado y se ven expresiones muy decididas hacia la búsqueda de soluciones reales. Para la ONU el ideal es que las emisiones se reduzcan entre un 40% y un 70% para 2050, y que para el próximo siglo esté en cero. Ojalá se pueda avanzar hacia esa meta.
Hay que ser ambiciosos y lograr, por ejemplo, que el llamado Fondo Verde se nutra de recursos por 100 mil millones de dólares anuales, a partir del 2020, para que los países más vulnerables también puedan adaptarse más eficientemente a las nuevas condiciones del clima. El año entrante el mundo no puede repetir la amarga experiencia de Copenhague, sino lograr un documento que supere el Protocolo de Kioto y que se cumpla sin evasivas. Los países ricos deben entender que, sin su aporte, será muy difícil comprometer a las demás regiones del planeta.
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