La vulnerabilidad de los periodistas frente a los violentos es total, sobre todo cuando los criminales que amenazan o asesinan a los que se atreven a relatar verdades siguen tan tranquilos. Como si fuera un fantasma omnipresente, la violencia contra los periodistas se resiste a abandonar. Esta es la razón por la cual Andiarios, la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) y Colprensa decidieron reunir a ocho periodistas para que volvieran a Pitalito (Huila) y le contaran al país las razones por las cuales fue asesinada Flor Alba Núñez el 10 de septiembre pasado.
La incursión periodística ha permitido evidenciar que Pitalito, como otras localidades de Colombia, crece a pasos agigantados, sin estar lo suficientemente preparado, con lo cual las mafias aprovechan para extender sus dominios y permear el poder, cuando no es que lo asumen directamente. Flor Alba era una periodista aguerrida, joven, a la que todos los que tuvieron trato con ella le reconocían su valentía para afrontar toda clase de temas, y también para insistir en ellos. No era de las que se dedicaban al registro de la información, sino que siempre daba un paso más. Ese paso de más no le gustó a alguien que mandó a que la asesinaran.
El director general de la Policía y el vicefiscal General de la Nación, días después del homicidio, anunciaron con bombos y platillos la captura de alias el Loco, supuesto autor material, y se anticiparon a decir que pronto tendrían bajo las rejas a su socio en la acción criminal, que conducía la motocicleta. El ente acusador habló de posibles móviles políticos y que la investigación iba por buen camino para dar con el autor intelectual, pero ya sabemos que en Colombia casi nunca se llega hasta el fondo de estos asuntos.
El asesinato de Flor Alba Núñez no deja duda de que se concretó por razones de su oficio, por las denuncias que hacía, por las investigaciones que adelantaba y por los comentarios que escribía en sus redes sociales y que le generaron los mayores dolores de cabeza. Como lo advirtió Reporteros sin Fronteras es hora de que los organismos competentes presten atención a las amenazas e intimidaciones que abundan en estos foros, pues está demostrado que muchas amenazas allí lanzadas se concretan.
En plena campaña de Pitalito sin Censura, en busca de que este crimen no aumente las cifras de impunidad, se conoció la amenaza contra un periodista en Cauca por denunciar la minería criminal y se supo también del asesinato de un colega en Caucasia (Antioquia), del cual aún no se esclarece si los móviles obedecen a razones de oficio. Es imperioso que se aclare, teniendo en cuenta que el Bajo Cauca antioqueño se ha convertido en lugar de riesgo permanente para los periodistas. Allí impera el silencio y ya se cuentan varios homicidios, sin que se llegue a los responsables.
Hechos como estos llevan a que crezca la autocensura, como lo ha denunciado en varias ocasiones la Flip y lo ratificó esta semana con el informe sobre la libertad de expresión en el departamento de Córdoba, donde violencias de todo tipo, incluidas las de guante de seda, provocan el silenciamiento de los periodistas para evitarse problemas o ser acallados como le sucedió a Flor Alba Núñez. Qué importante la solidaridad de medios y colegas que buscan impedir que este crimen sea otro número más en la estadística.
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