l anuncio del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, acerca de que el próximo 20 de julio se abrirá la embajada de ese país en La Habana (Cuba), después de 54 años sin relaciones diplomáticas, y que los cubanos también harán lo mismo en Washington, tiene un profundo significado con perspectiva histórica que debe observarse con detenimiento. Lo que está ocurriendo es la confirmación del final de las últimas expresiones de la Guerra Fría y el surgimiento de un nuevo esquema de apertura que debe ser ejemplo para quienes persisten en el trasnochado discurso comunista.
Está claro que el bloqueo decretado en contra de Cuba por los Estados Unidos en 1961 no dio los resultados esperados, como tampoco se cumplieron las promesas con las que se instauró la Revolución castrista en la isla. Ambas ideas fracasaron en el intento de imponerse una sobre la otra, y no se justifica mantener un distanciamiento que solo perjudica a la población cubana, al no poder desarrollarse en igualdad de condiciones frente al resto de la humanidad. Nos parece muy bien que el presidente Raúl Castro quiera que su país salga del encierro en el que ha estado durante décadas.
La expectativa ahora está en el Congreso de los Estados Unidos, donde se debe confirmar la presencia de un embajador en La Habana, y frente a lo cual las mayorías republicanas han expresado reservas. Desde luego que se espera que el gobierno de la isla garantice que se avanzará hacia la democracia y el respeto de los derechos humanos, para que empiece a ser visto con respeto en todos los ámbitos. Cuba también busca que se avance hacia el desbloqueo económico que ha sufrido, pero eso solo puede ocurrir en la medida en que haya concesiones mutuas.
El establecimiento formal de embajadas, que va más allá de tener misiones diplomáticas permanentes, puede ayudar bastante a que se allane el camino en ambas direcciones y que se despierte un proceso que permita aprovechar al máximo los potenciales enormes de Cuba y que las condiciones económicas y sociales de sus habitantes mejoren sustancialmente. No faltarán los tropiezos a lo largo de ese complejo camino, pues evidentemente hay asuntos muy sensibles que surgirán y que no tendrán fácil resolución, como lo relacionado con los bienes expropiados a los norteamericanos o la existencia de la base militar norteamericana de Guantánamo. Sin embargo, es necesario persistir y mejorar las relaciones.
En la medida en que los acercamientos se consoliden, América Latina se verá beneficiada, al recuperarse la confianza entre los distintos miembros del continente y poder así trazar estrategias de desarrollo que beneficien a todos, desde Alaska hasta la Patagonia. Este hecho histórico debe significar una presión política a las guerrillas izquierdistas que todavía existen en esta región del mundo, y que como las Farc y el Eln se mantienen en una lucha armada que se quedó sin bases ideológicas.
El gobierno cubano está llamado a hacer entrar en razón a estos grupos, para que se sintonicen con la realidad y le pongan fin a sus acciones terroristas, que desvirtúan un supuesto ideal de justicia social. Esto debe tener una incidencia directa en las negociaciones de paz que el gobierno colombiano y la subversión adelantan en territorio cubano. Además, el impulso que el papa Francisco le ha dado a la histórica distensión entre Cuba y Estados Unidos, también debe servir para que se allanen los acuerdos de paz para Colombia, más este año cuando el jerarca católico visitará la isla.
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