la hora de escribir sobre la violencia que azota a Chinchiná parece que estuviéramos caminando sobre los mismos pasos. Editorializar en la petición de más seguridad para ese municipio lo hemos hecho muchas veces desde hace dos décadas, por lo menos, pero es como si las autoridades no encontraran solución a esa situación. El sicariato se está convirtiendo en un asunto del cotidiano, cosa que puede ser lo peor que le pase a una población con tantas ventajas y con gente emprendedora y buena. Por eso no nos resignamos, como parece que algunos lo hacen, a pensar que no hay solución para ese mal consuetudinario.
El miércoles pasado al municipio lo sacudieron los asesinatos de tres personas. Un comerciante al mediodía y un taxista y su pasajero en la noche. Vino entonces un nuevo consejo de seguridad con la presencia de las principales autoridades, anuncios de tomar medidas, y de pronto se dará alguna captura, pero esta historia ya la conocemos. En el mejor de los casos, la seguridad mejora durante un tiempo y vuelve la violencia después. Se necesitan decisiones que ataquen el problema de fondo y no solo paños de agua tibia y anuncios rimbombantes para calmar el temor de la gente. No se puede decir que se trata de casos aislados.
Chinchiná, el tercer municipio más poblado de Caldas, con unas 50 mil personas, según los cálculos del DANE, representaría algo así como el 5% de la población del departamento, pero le aporta el 15% de los homicidios. En el año 2013, de acuerdo con el Forensis de Medicina Legal, la tasa de homicidios por 100 mil habitantes allí fue de 73, mientras que en Manizales fue de 31 ese año y en Bogotá apenas de 16. Es decir, que no solo es mayor el porcentaje frente al número de la población, sino que por el solo hecho de presentarse en un municipio pequeño su impacto golpea más a la comunidad.
Lo peor es que el año pasado hubo por lo menos seis homicidios más que en el 2013, razón por la cual se superará para mal la cifra obtenida, cuando el país en su mayoría viene teniendo una reducción importantísima en el número de homicidios y ha logrado sostener esa tendencia. ¿Por qué no es posible lograrlo en Chinchiná? Que la población flotante, que su ubicación, que la guerra por el microtráfico han sido los señalamientos de siempre, pero hasta ahora no se le halla una solución. De nada sirve mostrar mejora en todos los indicadores si el bien más sagrado, la vida, no es la prioridad.
Para obtener resultados es necesario que se tracen políticas amplias en lo geográfico. Esto es que se involucren las comunidades aledañas, Santa Rosa, Palestina y, por supuesto, Manizales, incluso pensar en extender el alcance de la Policía Metropolitana, que hoy tiene jurisdicción apenas sobre la capital caldense y Villamaría. Eso sí, ampliando el pie de fuerza. Así mismo, resulta clave que la comunidad apoye a las autoridades, que denuncie los expendios de drogas, que identifique a los criminales, que advierta de movimientos sospechosos. La seguridad tiene mucho que ver con las decisiones que toman las autoridades, pero también con los golpes que ellas puedan dar con la información que les entreguen los ciudadanos. Mientras sintamos que es un problema de otros va a ser muy complicado obtener resultados.
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