“Lo decidiré en el momento” fue la preocupante frase que el candidato republicano, Donald Trump, dejó en el ambiente durante el tercer y último debate en su carrera por lograr la presidencia de los Estados Unidos, a poco más de dos semanas de las elecciones. La afirmación, calificada como “horrorosa” por su contrincante demócrata, Hillary Clinton, surgió cuando le preguntaron al magnate si aceptará los resultados de las votaciones del próximo 8 de noviembre, de las cuales ha dicho que serán manipuladas por el presidente Barack Obama.
Esa fue la cereza de un pastel bastante agrio que observaron por televisión cerca de 100 millones de personas en todo el mundo, pues a Trump se le vio más frustrado, ofensivo y sarcástico que de costumbre, y a la candidata demócrata le tocó soportar con paciencia permanentes calificativos de “mentirosa” y de “mujer despreciable”. Su comportamiento se explica, en parte, por el repunte en las encuestas que ha tenido Clinton y por su aparente caída vertiginosa desde que importantes líderes de su partido le quitaron el respaldo por sus comportamientos excéntricos.
La candidata demócrata tampoco fue presa fácil para el republicano, y llegó incluso a afirmar que Trump en la Casa Blanca sería un “títere” del presidente ruso, Vladimir Putin, quien hace dos semanas dijo que no volverá a hablar con Obama hasta que no haya nuevo presidente de los Estados Unidos, en un claro guiño a favor del magnate inmobiliario. Este episodio ha sido bien capitalizado por Clinton, quien resalta la supuesta amistad entre ellos y afirma que Rusia espía a su país, dando a entender que la acusación en su contra de usar un correo personal para asuntos oficiales tiene origen en Moscú.
Es claro que muchos indecisos han podido tomar partido frente a las dos propuestas que se le presentan al pueblo estadounidense, y que gran parte del público femenino estará con Clinton, pero no es menos cierto que muchos que comparten con Trump el repudio a los emigrantes latinoamericanos, que defienden el porte libre de armas, que sienten aversión frente a la población negra y que piensan que Obama ha sido débil para enfrentar a los grupos extremistas seguirán acompañando a Trump pese a sus actitudes irreverentes y salvajes.
No obstante, lo más delicado es que un aspirante a la Casa Blanca, representando un partido que siempre ha respetado las reglas de juego de la democracia, cuestione la credibilidad del proceso electoral sin tener prueba alguna. Aunque era previsible que su actitud se mantuviera agresiva y que se saliera del curso normal, esa afirmación de Trump confirma los temores acerca de lo que podría ser su comportamiento desbordado al frente del país más poderoso del mundo. Si está dispuesto a no aceptar los resultados es evidente que su parecer caprichoso sería el que lo guíe en momentos críticos para el mundo. En el debate, Clinton aprovechó para enumerar las veces en las que el magnate no ha aceptado las reglas y ha acusado a los demás de hacer trampa, sin tener respaldo alguno.
Es así como esta virulenta campaña, en la que la candidata demócrata se ha visto con un aire más presidencial, ingresó a una incierta recta final en la que el peor enemigo de Clinton puede ser la ventaja que está tomando en las encuestas, lo que podría generar un aire de triunfalismo en las bases demócratas y permitir a los seguidores de Trump ganar terreno. Además, cualquier escándalo o crisis nacional o internacional en los próximos días podría hacer que el comportamiento de los votantes se modifique, y si hay algo cierto hoy en los Estados Unidos es que reina la incertidumbre.
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