La violencia sexual como arma de guerra es otra muestra de la degradación de los conflictos armados y Colombia no es ajena a esa situación. Según la Unidad para las Víctimas de la Presidencia de la República, alrededor de 10.000 mujeres sufrieron agresiones contra la libertad y la integridad sexual en el contexto de la confrontación en Colombia en los últimos 20 años, lo que debe llamar la atención sobre la impunidad adicional que pesa frente a este delito. No se puede ser tolerante con esta situación y la Fiscalía tiene la obligación de buscar a los responsables.
Los 15 años de impunidad que denunció la Flip en la violación que sufrió la periodista Jineth Bedoya, de El Tiempo, son prueba de cómo no hay castigo para estos delitos, pero no por eso debemos resignarnos. Todo lo contrario, hay que velar por la salud de las víctimas, tanto física como mental, y castigar a los responsables, entre los que se encuentran personajes de todos los bandos. Esto sin contar la cantidad de víctimas sexuales hombres, que no cuentan el ultraje del que fueron víctimas por los prejuicios que tiene esta sociedad nuestra y ante la doble victimización que siempre se infiere en estos casos para quienes son sometidos a tales vejámenes, hombres y mujeres.
Los departamentos en donde más se ha cometido este delito son Antioquia (1.836), Nariño (726), Magdalena (677), Bolívar (565) y Putumayo (527), según las cifras de la Unidad para las Víctimas con corte a 1 de mayo de 2015, pero Caldas no es ajena a esa situación. Aquí, por ejemplo, se tiene una tasa de agresión sexual contra la mujer de 95,32 por cada 100 mil habitantes, con casi 500 casos en lo corrido de este año, y muchas de esas víctimas son menores de edad y los agresores están en sus propios hogares, lo que muestra un panorama que requiere de intervención de salud pública.
Entonces, el asunto es más complejo, pues es la agresión sexual como arma para imponerse en el hogar, como castigo, como un atentado contra quien se considera el enemigo, como motivo para cobrar una infidelidad. Siempre se encuentra un motivo realmente injustificable, pero quienes incurren en el delito lo ven como razonable. Así que bien vale la pena que la sociedad entera reflexione sobre este asunto, por eso cobra importancia la jornada del Día Nacional por la Dignidad de las Mujeres Víctimas de la Violencia Sexual, que se cumplió el pasado lunes, y que mostró la necesidad de intervenir.
Hay que hacer que las leyes que se han expedido de protección a la mujer se apliquen, que los hombres las promovamos como una contra a lo que esta sociedad nuestra evidencia y que requiere intervención. Los testimonios de decenas de mujeres que han sufrido este tipo de agresión y que se han repuesto, que no buscan venganza, sino justicia, que continúan su camino con estoicismo para servir de ejemplo a sus hijos y demás familiares y a toda la sociedad, que en ocasiones las revictimiza y no les da la mano que necesitan, no las entiende ni las atiende. Así pues que hay tarea para todos para hacer que este crimen desaparezca.
Debemos empezar ya.
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