El cultivo de café no es solo el sustento para cerca de 550 mil familias colombianas, gran parte de ellas del Eje Cafetero, sino que es un aportante de peso en el crecimiento de la economía nacional. Todo lo que pueda hacerse para influir positivamente en esta actividad, para hacerla más rentable, sostenible y con un futuro más claro tiene que ser apoyado. La posibilidad de que se repita más adelante lo ocurrido hace dos años, cuando se cayeron precios, calidad, cantidad y hasta los ánimos de los cultivadores podría llevar a que se tomen decisiones desesperadas y equivocadas.
Es un hecho que la caficultura es viable, y no lo decimos por la actual coyuntura de precios y producción, que representan una significativa recuperación después de un largo periodo de vacas flacas. Es viable porque está demostrado que el producto colombiano tiene mercado y que se pueden seguir mejorando y profundizando los procesos de calidad, para obtener retornos de precio más favorables, y es viable también porque el mundo demanda café de otras calidades que les podrían dejar márgenes interesantes a los cultivadores que se dediquen a ese nicho.
Al analizar los resultados preliminares del estudio que elabora la Misión del Café, se observa allí una visión muy crítica del estado actual del sector y una percepción muy deteriorada del papel de la institucionalidad como protector y potencializador de los cultivadores. No se ve por ningún lado el reconocimiento a que la prima que recibe el café colombiano en las bolsas internacionales es por su orden y por ser un proveedor confiable, imagen que se ha cimentado a la sombra de la institucionalidad.
Ahora bien, tales estudios también muestran, con sustento en cifras, que a otros países que no cuentan con estructuras administrativas como las de Colombia, a través de la Federación, les va mejor en competitividad, debido a que se tienen procesos de libre exportación, lo que permite que sean muchos trabajando a la vez para llevar el producto a las tasas de los consumidores en el mundo, y no solo un actor que incluso restringe la oferta, con el argumento de que se tiene que conservar la calidad.
Creemos que llegó el momento de abrirse al panorama en un esquema en el que se fomente la producción de los cafés especiales, pero sin impedir que se puedan producir y vender otras variedades que lleven a que se aumenten significativamente los volúmenes y la participación en el mercado. La mencionada garantía de compra de la que se habla, que es cosa distinta a garantía de pago a precios remunerativos a los cultivadores, podría sobrar si se abre la posibilidad de vender con mayor libertad.
También es útil que se delimite muy claramente la función de la Federación entre lo que hace con dineros oficiales y sus demás responsabilidades, pues los propios cafeteros han exigido siempre un proceso de rendición de cuentas mucho más profundo y abierto, que le convendría mucho al gremio.
Quienes se oponen a los cambios propuestos por la Misión deben llenarse de mejores argumentos para responder, pues todo se está quedando en una reacción meramente emocional, sin mayor fondo. Hay que documentarse muy bien y contrarrestar cifras con cifras, de manera que se permita el paso a cambios que podrían llevar a un mejor futuro. Sin duda, los resultados del censo agrario que actualmente se ejecuta en todo el país, también ayudarán a despejar el horizonte.
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