El indulto es una forma de extinción de la acción penal en el derecho. Se encuentra establecido en el ordenamiento jurídico colombiano y se les brinda a personas que ya han sido condenadas. La potestad de conceder este favorecimiento es del presidente de la República, razón por la que no debe sorprender que sea usado. Cosa distinta es que en el pasado han hecho uso de él los mandatarios a cuentagotas y sin aspavientos. El hecho de que ahora Juan Manuel Santos tome la decisión de conceder el indulto a 30 guerrilleros es lógico que genere el debate que se ha armado, pues forma parte de un proceso de paz con la guerrilla más vieja del continente, cuyos actos de violencia contra la población civil permanecen en la memoria de los colombianos.
Es evidente que el proceso de paz deberá terminar en decisiones como esta, que favorezcan a quienes hoy empuñan las armas contra el Estado y que han decidido hacer un alto en la guerra. Nadie dijo que sería un proceso fácil y menos que se asumiera como una rendición de los guerrilleros. No obstante, eso de conceder beneficios de todo tipo sin que haya cesión desde el otro lado de la mesa parece ser un gesto excesivo, pues se está negociando con quienes han cometido toda clase de tropelías y, por ese motivo, es necesario exigirles que den más. ¿Dónde están los secuestrados?, ¿cuándo se cristalizará la desmovilización de los menores?, ¿en qué lugar concretarán los puntos de concentración?, ¿en qué momento dejarán las armas?
Las Farc también tienen mucho para ofrecer, y no pasan de sus discursos retóricos o de una tregua que no va más allá de la cesación de hostilidades, porque siguen las quejas de extorsiones y presiones a la población civil en sus zonas de influencia. Mientras esta agrupación continúe exigiendo de la manera en la que lo hace va a ser muy difícil que la sociedad termine aceptando tragarse los sapos anunciados. Al llegar a un acuerdo con el Estado habrá que hacer muchas concesiones, pero estas deben ser el resultado del proceso y no el camino. Este indulto se les brinda a 30 guerrilleros en momentos en que desde las cárceles sus detenidos presionan con huelgas de hambre y después de un viaje del hermano del presidente a La Habana para reunirse con los negociadores guerrilleros.
No deja de tener cierto tufillo de intromisión que se haya permitido a Enrique Santos viajar como emisario del presidente, lo que puede también ser visto como una falta de respeto con el equipo negociador, cuyo jefe, Humberto de la Calle Lombana, ha brillado por su manejo acertado de las conversaciones. ¿Cuál es la calidad que tiene el exdirector del diario El Tiempo en este proceso? No queda claro. Se ha dicho que su gestión fue clave para que las Farc se sentaran a dialogar, pero de ahí a asumir roles que se salten de los canales a través de los cuales opera el Estado, no es un asunto menor.
Así que en vez de las Farc salir a criticar cada anuncio del Gobierno como lo viene haciendo o cada proceso como el del plebiscito, es hora de que le demuestren al país su voluntad de paz, que tiene que pasar de los discursos a los hechos. La tregua es apenas un eslabón de una cantidad de decisiones que los colombianos esperan para creer en este proceso. De lo contrario va a ser muy difícil que las mayorías lo refrenden en las urnas.
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