El gobierno del presidente Juan Manuel Santos parece sacudirse de la andanada de ataques que las Farc han lanzado durante este año en distintos puntos de la geografía nacional, los cuales han dejado varias decenas de policías muertos. Con el contraataque de las Fuerzas Militares en los departamentos de Arauca y Meta, en solo una semana se logró la baja de 69 guerrilleros, seis de ellos comandantes de frentes que operan en el oriente del país, que al parecer asistían a reuniones de entrenamiento y planeación de acciones terroristas.
Desde hace varios meses, diversas voces vienen cuestionando el deterioro de la seguridad en algunas regiones de Colombia, donde guerrilleros de las Farc y del Eln se han unido para provocar la sensación de que se están fortaleciendo de nuevo. Se ha llegado a decir, inclusive, que las tropas de las diferentes fuerzas se encuentran desmoralizadas y que también se han tenido profundas fallas en las estrategias para hacerles frente a los grupos generadores de violencia. Hubo cambios de ministro de Defensa y remociones de cúpulas militares, pero sin efectos sustanciales a favor.
Solo hasta ahora se observa que hay una reacción efectiva ante las provocaciones y que, en medio de la dilatada promesa de los subversivos de dejar en libertad a 10 de los policías y soldados secuestrados desde hace más de una década, las operaciones coordinadas de las Fuerzas Militares comienzan a dar nuevos frutos. No puede negarse que durante este gobierno se han dado importantes golpes como las bajas del “Mono Jojoy” y “Alfonso Cano”, pero el Ejército también ha sufrido traspiés dolorosos, como el asesinato hace dos semanas de 11 militares en Arauca.
El país clama para que continúen los operativos de persecución de los guerrilleros en todos los rincones de Colombia, con la aplicación de verdadera inteligencia, sin descuidar los protocolos, mejorando las relaciones con las comunidades y trabajando de manera coordinada hacia propósitos comunes. Si la moral de las tropas desciende en algún momento, tiene mucho que ver en eso que los jefes militares no hagan todo lo necesario para impulsarlas a producir resultados como los recientes en el oriente del país.
Se requiere que los colombianos volvamos a tener la sensación de que es posible ganar la guerra contra el terrorismo, o que es factible que los cabecillas de esa organización armada ilegal, al verse acosados, opten por un proceso serio de desmovilización. Tales objetivos solo serán posibles si las tareas de desarticular las estructuras de la guerrilla y de neutralizar, para usar la nueva jerga, a los miembros del secretariado siguen sin pausa.
No puede permitirse que se repitan situaciones como las que ha vivido el Cauca, por ejemplo, ya que con ellas se les da argumentos a quienes critican las políticas de seguridad del gobierno y se le abren las puertas a una verdadera desmoralización de las tropas. Mientras que las Farc no liberen a todos los secuestrados, suspendan los ataques contra la población civil y anuncien claramente su decisión de dejar las armas, el Estado tiene que seguir en la tarea de aniquilarlas, igual que a cualquier otro grupo al margen de la ley que pretenda imponer la violencia.
Lo ideal sería que se dieran masivas desmovilizaciones de guerrilleros, de las cuales este año se han producido 620, para que no tengan que morir más colombianos en este conflicto inútil, y que más bien de regreso a la vida civil estas personas puedan reconstruir sus vidas y fijarse metas que sean beneficiosos para la sociedad. Sin embargo, como esto es algo difícil de concretar no queda más que mantener la estrategia de ataque para dejarlos fuera de combate.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015