El atentado en el aeropuerto Atatürk de Estambul que el pasado martes causó la muerte de 41 personas y heridas a otras 239 obliga a que, de una vez por todas, la comunidad internacional se decida a establecer una coordinada estrategia global para hacerle frente al terrorismo y no permitir que sus acciones sigan afectando a inocentes. Las medidas de vigilancia y control en los terminales aéreos de países como Turquía tienen que ser reforzadas, pero más que eso hay que buscar los lugares de mando de organizaciones como el Estado Islámico (EI), para capturar a los cabecillas y castigarlos debidamente.
La amenaza terrorista que asedia a Europa también nos afecta a los colombianos como parte de Occidente, y por eso no podemos tomarlo como si se tratara de un asunto ajeno a nuestra realidad. De hecho, la apertura comercial y de turismo que nuestro país tiene actualmente con los turcos hace que muchos nacionales estuvieran en ese país y que se salvaran milagrosamente del atentado reciente. Si bien el mundo no puede dejarse intimidar por los violentos, y tratar de seguir el curso normal, es fundamental tomar precauciones que eviten ser víctimas de esta irracionalidad.
No es la primera vez que Turquía es blanco de los extremistas. De hecho, en el último año los yihadistas y los nacionalistas kurdos (quienes han liderado una causa separatista) han asesinado a 250 personas en ese país, en distintos hechos. Estambul, que es la puerta de entrada a Europa y a Occidente desde Asia, es lugar estratégico para enviar al resto del mundo una amenaza que no conoce límites, y que se aprovecha de estrategias suicidas para causar terror en cualquier lugar del planeta, en cualquier momento, como ya lo hizo el EI en el aeropuerto de Bruselas (Bélgica) hace un par de meses, en circunstancias similares.
Llama mucho la atención que este ataque llegue precisamente cuando los turcos, aliados de los palestinos, empezaban a tramitar una reconciliación con Israel y Rusia. La relación con los israelíes viene herida desde el 2010, cuando la marina de ese país atacó objetivos en la franja de Gaza causando la muerte de 10 turcos, mientras que a los rusos no les gusta su alianza con los Estados Unidos. Lo más grave es que al tener límites con Irak y Siria, donde se viven enconados conflictos que involucran a los promotores del califato del EI, Turquía queda en complicadas situaciones de vulnerabilidad, más cuando su territorio se ha prestado para el despegue y aterrizaje de aeronaves norteamericanas que bombardean objetivos terroristas en el Medio Oriente.
Ante la complejidad de los conflictos en esta zona del mundo y la palpable amenaza de los extremistas para todo el planeta, los líderes mundiales tienen la obligación de hallar salidas viables que devuelvan la calma no solo a Europa sino a todo Occidente. No puede la humanidad seguir afrontando la zozobra permanente de que en cualquier momento un nuevo ataque va a dejar una estela de sangre. Es clave un liderazgo claro y medidas contundentes que frenen de una vez por todas a los violentos.
Se requieren labores de inteligencia bien coordinadas que lleven a la desarticulación de los terroristas. También es fundamental encontrar el apoyo de los sectores moderados del islam, los cuales resultan injustamente discriminados cuando no se plantea una estrategia profunda y las acciones se quedan en la superficialidad de generalizar. Si hay un tratamiento respetuoso al mundo musulmán, sus líderes también estarán dispuestos a colaborar en el hallazgo de las frutas podridas que manchan su imagen internacional.
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