Si hay un país diverso y rico en elementos culturales y sociales que lo hacen plural y lleno de contrastes, ese es Colombia. Es frecuente que se afirme que el nuestro es un país de regiones, hasta el punto que los habitantes del norte poco se parecen en costumbres y apariencia física a los del sur, y los del centro, los del oriente y los del occidente del territorio nacional también guardan distancias sociales y culturales con el resto. El modo de ser de cada región está claramente diferenciado y, en ese marco, es natural que se espere un tratamiento alejado del tradicional centralismo.
Desde ayer se realiza en Manizales la XIX Cumbre de Gobernadores de Colombia, en la que resultan palpables todas estas diferencias. Por eso resulta normal que los mayores reclamos al Gobierno Nacional sean en materia de una mayor y real descentralización administrativa, como lo ordena la Constitución Nacional, tema en el que son pocos los avances en estas dos décadas y media. Para distribuir de manera distinta a la acostumbrada los recursos de las regalías, y darles una supuesta autonomía a las regiones en la inversión de esos dineros en grandes proyectos, fueron creados los OCAD (Órganos Colegiados de Administración y Decisión), instancia en la que grupos de departamentos debaten sobre proyectos que pueden tener impactos regionales, y priorizan inversiones de acuerdo con las iniciativas que son presentadas.
Aunque el espíritu de esa idea es bueno, ya que lleva a los departamentos a pensar como regiones ampliadas y a tratar de trabajar en equipo en la búsqueda de propósitos comunes, la verdad es que la figura se está quedando solo en buenas intenciones, generando una falsa autonomía que empieza a cansar a los mandatarios regionales. Las evidencias de esta situación corren por cuenta de las engorrosas condiciones que les imponen mandos medios de los ministerios a los gobernadores, para poder tramitar los proyectos en el Gobierno Nacional. La tramitología para poder desembolsar los recursos se vuelve toda una odisea.
Estos mismos síntomas se observan alrededor de los temas del conflicto y el postconflicto, que es justamente el punto central de la cumbre de gobernadores de este año. El Gobierno Nacional asegura que la paz se hace desde las regiones, lo cual es bastante cierto, ya que son las zonas apartadas las que más han padecido con la guerra, pero cuando se habla de recursos para atender a los reinsertados, por ejemplo, se les deja toda la responsabilidad a los mandatarios regionales y locales, quienes tienen que defenderse como puedan.
En todos estos aspectos se requiere una profundización mayor, para que la descentralización sea auténtica. Desde Bogotá tienen que facilitarse las cosas para que los recursos fluyan y que las decisiones tomadas en las regiones puedan convertirse en realidad rápidamente, sin tanta traba. Si hay desconfianzas o se considera que no se tienen todas las competencias que se requieren para actuar con autonomía, está bien que haya un acompañamiento y se monten procesos de verificación, pero las regiones no merecen que las sigan tratando como menores de edad.
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