La continuidad del Partido de los Trabajadores (PT) al mando del Gobierno en Brasil no parece fácil. Dilma Roussef se enfrenta hoy a un duro rival, Aécio Neves, quien se frenó en las encuestas, pero que puede sorprender, pues la semana pasada tuvo una remontada, luego de haberse impuesto casi que sorpresivamente para su paso a la segunda vuelta. La más grande economía de la región se juega hoy su futuro entre dos modelos económicos muy diferentes, como sucedió cuando el 26 de octubre del 2002 Luiz Inácio Lula consiguió en su tercer intento alcanzar la Presidencia.
El cambio de Brasil durante estos 12 años ha sido notorio. Se cuentan 40 millones de personas que salieron de la pobreza y solo se habla de 1,5% de la población en la pobreza extrema. Se logró una mejora importante en la atención en educación pública y se mantuvo un crecimiento constante de la economía, con frenos en los últimos años. A esto se le suma, en la era de Lula, el liderazgo regional que lo posicionó como vocero de los países en vía de desarrollo. La llegada del PT al Gobierno permitió mostrar una izquierda muy diferente a la de Evo Morales, Hugo Chávez y Nicolás Maduro y al mismo Rafael Correa.
De este corte es también José Mujica, el presidente uruguayo que también conocerá hoy a su sucesor. Ante la ausencia de Lula, ha sido Mujica quien se ha encumbrado como el hombre con visión para, desde un país diminuto en tamaño al compararlo con Brasil, dar grandes debates. Un discurso que resonará por años en la ONU y la apuesta por la legalización de la marihuana como una alternativa a la persecución que tantos problemas ha traído. Dos líneas de la izquierda que van al tono con los retos que el mundo exige.
Por ejemplo, el Brasil del PT acogió recomendaciones del Fondo Monetario Internacional, incluso prometer que lo iba a hacer permitió a Lula contrarrestar el estigma que intentó asignarle José Serra, a quien se enfrentó en el 2002. Serra venía de haber sido ministro de Salud de Fernando Henrique Cardoso y buscó sembrar el miedo en los electores sin éxito, pues finalmente el líder sindical logró el 60 por ciento de los votos. Ahora es al revés, Roussef trata de contrarrestar a su rival con el miedo, pues se vende la idea a los electores de que Neves puede devolver el país al neoliberalismo que lo condujo a una contracción económica y alta inflación.
Brasil ha tenido una fortaleza importante, su tejido social. Existen cantidad de grupos sociales organizados que piden espacios; de ahí que haya sido en Porto Alegre donde se empezó el sistema de presupuesto participativo que ha sido copiado inclusive por el presidente Mujica en Uruguay. En el libro Por qué fracasan los países se muestra a Brasil como una economía que camina para salir del círculo vicioso de favorecer a unos cuantos, como fue durante décadas y que lo hicieron el más desigual del mundo. No obstante, para demostrar que puede hacerlo tiene que superar la corrupción, que tanto daño le ha hecho y que ha puesto en aprietos la reelección de Dilma Roussef.
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