Un posconflicto exitoso en Colombia no solo requiere la buena voluntad de quienes hoy cometen actos de violencia para no seguir en tales andadas, ni de una disposición de las víctimas hacia el perdón, ni de la inversión que el Gobierno Nacional pueda hacer en programas que les abran nuevas opciones a los excombatientes, sino que precisa de un acompañamiento efectivo de la Comunidad Internacional para que haya los suficientes recursos, de todo tipo, para que la paz sea sostenible y duradera, como se pregona.
Desde hace cerca de 15 años, los Estados Unidos han cooperado con nuestro país a través de estrategias como la del Plan Colombia, que ha tenido un mayor enfoque hacia el apoyo militar y la lucha contra el narcotráfico. El anuncio del secretario de Estado de ese país, John Kerry, de que esos respaldos migrarían de manera gradual hacia campos de índole social, precisamente, para ayudar en que el posconflicto signifique una construcción fuerte de la paz, es una buena noticia para el país, aunque debemos ser conscientes de que no será suficiente. Para este año el dinero para Colombia llegó a 280 millones de dólares, cifra valiosa pero corta frente a todas las necesidades.
Así como lo harán los norteamericanos, sería clave que los países de la Unión Europea y las demás potencias del mundo aporten su cuota, lo que no solo traerá ingentes beneficios para nuestro país, sino para la tranquilidad del mundo entero. Colombia necesita cerca de $50 billones para atender de manera eficiente tanto a víctimas como a victimarios, con aras de garantizar su reconciliación y la posibilidad de un nuevo comienzo en armonía. Es claro que solos no podremos hacerle frente a esa situación, y que pese a ser importante la actual ayuda que se recibe por cooperación, ahora es urgente que se tengan recursos para proyectos que consoliden el proceso.
Desde luego que lo primero es cumplir con el compromiso de que en menos de seis meses se estará firmando el acuerdo final de las conversaciones que el gobierno colombiano desarrolla en La Habana (Cuba) con los líderes de las Farc. Pero, una vez realizado ello y discutidas en el Congreso de la República las normas que facilitarían el trámite legal de los acuerdos y su refrendación por los colombianos, se necesita tener todo listo para emprender esos nuevos caminos, y tal tarea no será sencilla.
Hay que pensar en cómo se financiarán los programas de sustitución de cultivos ilícitos, los de tejido social y la preservación del medioambiente. Para eso, el presidente Obama pidió al Congreso aprobar ayudas para Colombia por 288 millones de dólares, que esperamos sean aprobadas sin mayores problemas, viendo los esfuerzos que venimos haciendo para atacar ese flagelo. Además, con el anuncio de Bernard Aronson, delegado estadounidense en los diálogos de La Habana, de que su país será un gran aliado de Colombia en la implementación de los acuerdos, podemos guardar la esperanza de que lleguen más ayudas.
Resulta, así mismo, significativo que los Estados Unidos estén manifestando que si las Farc se convierten en un partido político, cortando totalmente con las actividades criminales, les dará un trato acorde con esa nueva condición. Estamos convencidos de que así debe ser, y que como lo dijo el propio Aronson: “Es preferible discutir en las urnas que con AK-47 en el Putumayo”, y que bloquear esa opción es ir en contra de la paz y a favor de la guerra. Ojalá que todos los colombianos entendamos que el juego de la política hay que hacerlo de manera seria, respetando unas reglas mínimas, y alejados del uso de la violencia.
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