No es un secreto que el proceso de paz con las Farc en La Habana pasa por un momento difícil, consecuencia obvia de la negociación en medio del conflicto. Así como con el asesinato de 11 soldados en Cauca hace seis semanas, a pesar de que la agrupación guerrillera había anunciado un cese unilateral del fuego, ahora son los bombardeos de la Fuerza Pública contra guerrilleros en Guapi y la arremetida contra sus frentes en Chocó, en donde se dio de baja al máximo cabecilla del Frente 18, los que han permitido dar golpes importantes. No obstante, los partes exitosos de guerra no podemos olvidar que significan muertos, colombianos caídos en combates que llevan dolor a sus familias.
Las Farc levantaron entonces el cese al fuego unilateral como respuesta a los bombardeos, los cuales se reactivaron por orden presidencial, después de los hechos ocurridos en Cauca y de la caída en la imagen presidencial en las encuestas. Celebraban antes los optimistas en el proceso que se diera un desescalamiento del conflicto y se llegó a hablar de que ese era el primer paso de una serie de decisiones que podían desembocar en un cese bilateral del fuego con el fin de avanzar en terminar este conflicto armado entre Estado y Farc.
¿Qué sería entonces lo fácil? Declarar un cese bilateral del fuego y nombrar una comisión verificadora de su cumplimiento, pero sabemos que el país no quiere darle tregua a las Farc y no por un capricho, sino que la experiencia demuestra que este grupo en el pasado ha aprovechado este tipo de decisiones para rearmarse, equiparse y atacar de nuevo. En este momento, en cambio, se encuentran muy disminuidas, no derrotadas, pero con dificultades para mantener operaciones permanentes de ataque a la Fuerza Pública.
La única manera de que se conceda un cese bilateral del fuego es con la concentración de las guerrillas en zonas acordadas previamente con el Gobierno y que sea para la dejación de armas, pero el problema es que sus negociadores consideran que si hacen esto serán vistos como rendidos y no quieren dar esa imagen; su soberbia, demostrada en innumerables actos y declaraciones, no se los permite. Ojalá se llegara a esa solución para detener de una vez los muertos y se podría también contar para ello con verificadores internacionales.
Dijo el presidente Santos el fin de semana que la Fuerza Pública está preparada para contener cualquier arremetida de las Farc, pero también sabemos que esto es casi imposible, pues el terrorismo funciona agazapado, ataca en donde menos se piensa y no tiene empacho en afectar a la población civil. Eso es lo que sucede en un país en guerra, que hay colombianos que mueren todos los días por defender una causa y por eso la paz se negocia entre enemigos. Importante sí que el presidente Santos haya dado la orden de que se reconozca a los guerrilleros caídos en combate. Así se empieza a humanizar el conflicto, porque los dolientes de esos muertos tienen derecho a enterrar sus cuerpos.
Ojalá que en este momento impere la cabeza fría en los negociadores y se siga adelante para llegar a un acuerdo justo para la sociedad colombiana como se ha insistido que debe ser, con toda la verdad, reparación para las víctimas, algo de justicia y compromiso de no repetición.
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