La baja en las tasas de interés del banco central de la China logró que los mercados del mundo se tranquilizaran ayer, más los europeos que los asiáticos. Las caídas vertiginosas de las bolsas durante lunes y martes habían generado una alarma para la economía mundial que parece haber encontrado un remedio que ojalá no sea pasajero. La determinación del banco central busca reactivar la economía local e inyectar liquidez al sector financiero, pero sobre todo recuperar la confianza de los inversionistas, quienes han manifestado dudas acerca del real estado de la economía china, la segunda del mundo después de los Estados Unidos.
Hay que decir que en forma previa a la crisis de esta semana, la bolsa china, que funciona de una manera muy distinta a las occidentales, experimentó fuertes subidas durante los primeros meses del año, lo que llevó a que numerosos inversionistas llegaran inclusive a endeudarse para aprovechar el excelente momento de las acciones, pero en junio pasado comenzaron a verse los síntomas de una burbuja que estalló poco después, lo que ha obligado al gobierno chino a tomar medidas que han surtido efecto parcialmente.
Como el régimen chino es de origen comunista aunque con algunos comportamientos propios del mundo del capital, no cuenta con sistemas transparentes que permitan observar todas las variables económicas, no hay claridad acerca de hacia dónde apuntan las medidas que se vienen tomando, y algunos especulan inclusive en que es tan grave el descenso de esa economía que hay razones de más fondo que, obviamente, el gobierno chino busca ocultar. Lo cierto es que lo que pase con la economía de ese país afecta al resto del mundo, como se ha visto en el reflejo negativo que han experimentado las bolsas europeas.
Lo que parece claro es que la economía china no crecerá este año al ritmo que se había planteado, de cerca del 7%, según los cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI), y que el resfrío que vive la estructura económica de ese país hará que todo el planeta sufra las consecuencias. Si a esto se le suma el panorama de un precio del petróleo que se cayó a niveles cercanos a los 38 dólares por barril y a un dólar que cada vez se hace más fuerte ante las economías emergentes, como la colombiana, tendremos que soportar todavía algunos remezones, de los que ojalá salgamos bien librados, como se ha podido hasta ahora, pese a la profunda crisis europea.
Medidas como la de una fuerte devaluación del yuan, desde el pasado julio, hacen pensar que el gobierno busca darle una mano a los exportadores chinos, quienes se han visto muy perjudicados con la desaceleración de la economía. Esperamos que con las caídas en la bolsa de esta semana el mercado bursátil se haya corregido y ubicado en los niveles reales, lo que podría garantizar la estabilidad hacia el futuro. Si se confirma que la crisis es más profunda de lo que se conoce, los perjuicios serían para todo el mundo, y se podría generar una crisis difícil de sortear hasta para las grandes potencias. Para la salud de la economía global, lo mejor sería que China mantuviera un buen ritmo de crecimiento.
Desde Colombia debemos seguir atentos a lo que pasa en el país oriental, porque tarde o temprano los efectos de lo que allá ocurra se sentirán acá. Aunque no es grande la relación directa que tenemos con esa economía, las vulnerabilidades que le han surgido a nuestro ambiente económico, de la mano de una devaluación excesiva del peso frente al dólar y los cada vez más bajos precios del petróleo, plantean desafíos para la situación fiscal y para las políticas que están orientadas a fortalecer el aparato productivo nacional.
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